

Cutrecomentario de Ramón:
El aprendiz de albañil.
Robin Campillo (Mohammedia, Marruecos, 1962) es un director, guionista y montador francés conocido por su compromiso político y sensibilidad social.
Fue coguionista habitual de Laurent Cantet en películas como Recursos humanos y La clase.
Como director, brilló con 120 pulsaciones por minuto (2017), sobre el activismo de Act Up en los 90, y más recientemente con L’île rouge (2023), de tono más autobiográfico.
El director Laurent Cantet, uno de los tipos más finos del cine social francés, nos dejó en abril de 2024, demasiado pronto y dejando a medias la película Enzo.
Era un cineasta de los que miraban a la gente real, con sus líos y sus contradicciones, sin juzgar ni ponerse estupendo.
Suyas son joyas como La clase, que le dio la Palma de Oro, y que demostraban que sabía meterse en la piel de los personajes como si hubiera vivido su vida.
Su muerte fue un palo gordo para el cine europeo, y que no pudiera terminar Enzo da todavía más pena, porque era justo el tipo de historia que él sabía contar sin levantar la voz.
Por suerte, su compañero de escritura, Robin Campillo, pudo recoger el testigo y rematar el trabajo con cariño.
Un director que se va dejando cine del bueno… y eso siempre se nota.
Enzo es la historia de ese chaval que todos hemos sido un poco… pero con más piscina.
El protagonista vive en una familia acomodada, padres con estudios, expectativas altísimas y ese futuro perfectamente empaquetado que ya viene con lazo: instituto brillante, carrera elegante y vida ordenadita. Vamos, el “pack premium” que sus padres le han diseñado sin consultarle ni el color del envoltorio.
Pero Enzo —que para eso es adolescente— decide que no, que él no está para cumplir guiones ajenos. Y hace lo más sano que puede hacer un chico cuando todo el mundo pretende decirle quién tiene que ser: rebélate, chaval, elige tu camino y prueba cosas, aunque no sepas ni cómo se agarra un ladrillo.
De ahí que se meta a aprender un oficio manual, más por instinto de supervivencia que por vocación, pero oye, es su primera decisión libre.
La peli lo sigue mientras intenta encontrarse: qué quiere hacer, quién quiere ser y, sobre todo, a quién quiere querer.
Su sexualidad aparece sin etiquetas, sin dramatismos, sin discursos de sobremesa: simplemente está buscando su sitio, su piel y su forma de estar en el mundo.
Lo que más mola es que Enzo no moraliza ni convierte al chaval en un mártir rebelde. Lo muestra tal cual es: perdido, sensible, testarudo y con esa mezcla de miedo y valentía que define la adolescencia.
Y todo eso en una historia que inició Laurent Cantet —qué falta nos hace ya su mirada— y que terminó Robin Campillo con respeto y coherencia.
En resumen: Enzo es una peli que habla bajito pero dice muchísimo.
Un retrato honesto de ese momento en el que decides que la vida es tuya… aunque todavía no tengas ni idea de cómo vivirla.
Mi puntuación: 6,64/10.

Ficha: En este enlace.


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Muchos besos y muchas gracias.
¡Nos vemos en el cine!

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Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
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