
Sevilla amaneció luminosa y amable, incluso siendo domingo. Desde primeras horas, la ciudad respiraba esa mezcla de arte, bullicio y azahar que solo aquí puede olerse en noviembre. El Festival de Cine Europeo de Sevilla sigue desplegando su alfombra azul por calles, plazas y salas. Hoy, tercera jornada del certamen, el día arrancó con color, memoria y un toque de nostalgia.
Los colores del tiempo:
La mañana comenzó con la proyección de Los colores del tiempo, La venue de l’avenir, dirigida por Cédric Klapisch, ese cineasta francés que siempre parece filmar con los ojos del alma y el ritmo de un violín alegre.
La película juega con dos líneas temporales: el final del siglo XIX y el presente en 2025. Una joven campesina viaja a París para conocer a su madre; cada mes recibe misteriosamente cien francos de un abogado, hasta que el deseo de saber quién es realmente la lleva a desenterrar secretos familiares.
En el presente, otro grupo de personajes, enfrentados a la venta de una casa rural condenada por la expansión de un centro comercial, vive un proceso similar: reencontrarse con los orígenes, reconciliarse con el pasado y entender de dónde viene la fuerza que los sostiene.
Es una película colorista, vital y llena de ternura, en la que destacan las interpretaciones de Cécile de France, deliciosa en un papel secundario, y Sara Giraudeau, siempre convincente y magnética.
También brillan Vincent Macaigne, en su registro más alegre, y Abraham Wapler, completando un reparto tan coral como encantador.
Una película que se ve con una sonrisa, que invita a creer en la familia y en los hilos invisibles que unen generaciones.
Todos los lados de la cama
A mediodía, el festival se tiñó de humor español con Todos los lados de la cama, dirigida por Samantha López Speranza.
Esta cinta se presenta como una secuela directa de las célebres comedias de los 2000, El otro lado de la cama (2002) y Los dos lados de la cama (2005). Vuelven los personajes, ahora envejecidos pero igual de desorientados, interpretados por Ernesto Alterio (sensacional) Pilar Castro, María Esteve, Alberto San Juan, Guillermo Toledo, Secun de la Rosa y Nathalia Verbeke. Solo falta Paz Vega, cuya ausencia se nota, aunque el nuevo elenco joven aporta aire fresco.
Los hijos de aquellos protagonistas repiten los errores sentimentales de sus padres, y la trama se enciende con una boda temprana que desata el caos familiar y sexual.
Los jóvenes, interpretados por Jan Busaderas (que no termina de convencer) y Lucía Caravallo (voluntariosa, pero flojita), encarnan ese relevo generacional que mezcla ingenuidad y vértigo.
El resultado es una película ligera, muy divertida y sin pretensiones trascendentales, de esas que se disfrutan con palomitas y buena compañía. Una comedia coral con sabor a reencuentro y guiños nostálgicos a toda una generación.
La confesión, de Costa-Gavras
La tarde trajo un salto brutal de tono. En la sección de homenajes, el festival recuperó La confesión (L’Aveu, 1970), de Costa-Gavras, proyectada en una copia restaurada que hizo temblar la sala.
El film, protagonizado por Yves Montand y Simone Signoret, con guion del español Jorge Semprún, adapta el libro homónimo de Arthur London, sobreviviente de las purgas estalinistas. La historia se centra en los procesos de Praga de 1952, cuando los disidentes comunistas fueron acusados, torturados y obligados a confesar crímenes absurdos en nombre de la ideología.
Es una película seca, intensa, sofocante, donde el diálogo no da tregua y la voz en off acorrala al espectador. Una obra de una densidad intelectual apabullante, que exige atención y estómago, pero recompensa con una profunda reflexión sobre el poder, la traición y el absurdo del totalitarismo. Sales del cine agotado pero conmovido, y eso siempre es buena señal.
Un paseo bajo la luna sevillana
Tras semejante jornada emocional, nada mejor que salir a respirar Sevilla. Las calles del centro estaban tomadas por una procesión inesperada: la Hermandad de la Virgen del Amparo, que desfilaba con solemnidad y música entre los aplausos del público.
Luego, la noche se convirtió en postal: la Giralda, la Torre del Oro, la Maestranza, los muros de los Reales Alcázares… todo parecía una película sin título, iluminada por la brisa del Guadalquivir.
Así se cerró la tercera jornada del Festival de Cine Europeo de Sevilla: con cine, historia, risas, lágrimas y una ciudad que sabe ser escenario, actriz y público al mismo tiempo.
Gema Santamaría.

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Muchos besos y muchas gracias.
¡Nos vemos en el cine!

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Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
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