Peter Hujar’s Day – 2025 – Ira Sachs – Festival Internacional de Cine de Gijón/Xixón 2025 – @Gijonfilmfest – #63FICX

 

 

 

 

 

Comentario de Ramón:

 

Una larga conversación.

 

Un día con Peter Hujar es, en apariencia, una película mínima: 76 minutos, un apartamento neoyorquino en los años setenta, dos personas hablando de “lo que hice ayer”.

 

Pero detrás de esa modestia formal hay un proyecto muy calculado de Ira Sachs, uno de los directores estadounidenses más coherentes cuando se trata de filmar afectos, precariedad y vida cotidiana.

 

Viene de películas como El amor es extraño y Verano en Brooklyn, y del triángulo pasional de Passages, todas ellas centradas en relaciones humanas frágiles, casi siempre ligadas a la ciudad y a sus pisos pequeños.

 

Aquí lleva ese programa a su expresión más radical: ni subtramas, ni flashbacks, ni recreaciones vistosas; solo una conversación en 1974, reconstruida casi palabra por palabra a partir de una transcripción real. 

 

El punto de partida es el libro Peter Hujar’s Day de la escritora Linda Rosenkrantz, figura clave de la no-ficción experimental estadounidense, que en 1974 pidió a varios artistas que anotaran todo lo que hacían en un día para después comentarlo con ella ante una grabadora.

 

Uno de ellos fue el fotógrafo Peter Hujar, que le relató con un nivel de detalle obsesivo su jornada en el Nueva York bohemio de entonces.

 

Ese diálogo se publicó en 2021 y es la base literal del guion: Sachs toma la transcripción y la convierte en cine, manteniendo el apartamento, el tiempo y la estructura de “día contado al día siguiente”. 

 

En ese marco, Ben Whishaw interpreta a Peter Hujar, fotógrafo nacido en 1934 en Trenton, asociado a los retratos en blanco y negro de la escena underground neoyorquina y a la iconografía queer previa a la crisis del sida, que acabaría con su vida en 1987.

 

Whishaw tiene aquí una exigencia técnica brutal: el grueso del texto es suyo, como han subrayado las crónicas del rodaje, con páginas y páginas de diálogo llenas de detalles domésticos, nombres propios y pequeñas digresiones.

 

Lo interesante es que no convierte ese torrente verbal en un número de exhibición actoral; al contrario, hace de Hujar un hombre algo cansado, irónico, vulnerable, que mezcla preocupaciones económicas, historias con amantes, sesiones de fotos y paseos nocturnos sin jerarquía clara.

 

El retrato que sale de ahí es el de un artista que intenta darle sentido a lo banal, más que el de un “genio” con pose legendaria.

 

Frente a él, Rebecca Hall encarna a Linda Rosenkrantz.

 

Su personaje habla poco, escucha mucho y, sin embargo, sostiene la película desde la sombra.

 

Quien llegue esperando un duelo dialéctico simétrico se llevará una sorpresa: la estructura original de la entrevista hacía que Hujar hablara casi todo el tiempo y Rosenkrantz fuera sobre todo catalizadora de ese discurso.

 

Sachs respeta esa asimetría, y Hall construye una presencia basada en la atención: tono de voz suave, silencios oportunos, una risa que entra para desatascar un momento tenso o para subrayar una ocurrencia.

 

Es un ejemplo de actuación “pasiva” que, vista de cerca, es precisamente lo contrario: escucha activa convertida en forma. 

 

En términos formales, Un día con Peter Hujar apuesta por la austeridad: rodaje en 16 mm, espacio único, puesta en escena muy contenida, casi teatral, pero con una cámara que se mueve lo justo para evitar el estatismo.

 

Vemos el apartamento como una extensión del cuerpo de Hujar: la cama, el teléfono, los libros, las fotografías; todo habla de él sin que haga falta explicarlo en voz alta.

 

La luz y el grano buscan emular la textura visual de los setenta, y la película se permite algún gesto musical significativo, como el uso de Mozart, que remite discretamente al futuro de Hujar y a la sombra de la enfermedad que todavía no existe en la diegesis pero que planea sobre el espectador contemporáneo que sabe cómo acabará esa biografía.

 

Argumentalmente, la película cubre un solo día —diciembre de 1974, tal y como se indica en el material original—, pero el contenido desborda el marco temporal: aparecen las dificultades económicas para sobrevivir como artista, la convivencia con la escena gay y artística del downtown, las inseguridades sobre el propio talento, las contradicciones entre la libertad sexual y la fragilidad emocional.

 

Sachs no fuerza un arco dramático clásico; deja que el sentido emerja de la acumulación de anécdotas: una sesión de fotos, una noche de insomnio, un encuentro con amigos, una comida aparentemente intrascendente que, al ser narrada, adquiere peso casi metafísico.

 

La idea de fondo es muy clara: la vida del artista no es una sucesión de momentos épicos, sino un tejido de pequeños gestos que solo se revelan importantes cuando alguien se toma el trabajo de contarlos y otro de escucharlos. El contexto histórico refuerza esta lectura.

 

Peter Hujar pertenece a una generación de creadores que documentaron la vida queer y bohemia de Nueva York justo antes de que el sida arrasara ese mundo.

 

Sus retratos de amigos, amantes, escritores, travestis y performers son hoy piezas clave en museos y retrospectivas, pero en vida su reconocimiento fue limitado.

 

La película no es un biopic convencional que recorra toda esa trayectoria, pero sí funciona como cápsula de tiempo: ver a Hujar contar un día cualquiera de 1974, sabiendo lo que vendrá después, convierte cada detalle en algo cargado de melancolía.

 

Es una de las razones por las que la crítica ha insistido en que el film no es solo “sobre una jornada”, sino sobre todo lo que esa jornada anticipa sin saberlo. 

 

En cuanto a su recorrido, Un día con Peter Hujar se ha movido por el circuito de festivales de prestigio: estreno mundial en Sundance 2025, paso por Panorama en la Berlinale y presencia en el Festival de Gijón, donde figura en la sección Albar.

 

El título español está registrado oficialmente como Un día con Peter Hujar en el catálogo del ICAA y se anuncia con ese mismo nombre en portales como Sensacine, conservando el original Peter Hujar’s Day como subtítulo o referencia. 

 

¿Funciona la apuesta? Desde un punto de vista riguroso, la película es muy coherente con sus premisas: adapta de forma fiel una experiencia verbal, mantiene el foco en la relación entre voz, memoria y cuerpo, y renuncia a adornos biográficos para no traicionar el tono experimental del material de Linda Rosenkrantz.

 

Es cierto que algunos críticos han señalado que esta radicalidad podría haberse resuelto en un cortometraje y que los 76 minutos ponen a prueba la paciencia de quien no esté en sintonía con el dispositivo.

 

 Pero también es verdad que esa duración permite que veamos lo que normalmente el cine elimina: repeticiones, digresiones, momentos aparentemente “vacíos” que, precisamente por no estar dramatizados, se sienten extraordinariamente reales.

 

En definitiva, Un día con Peter Hujar es un retrato íntimo y meticuloso de un artista y de un ecosistema cultural, construido a partir de la materia más humilde: la narración minuciosa de un día cualquiera.

 

Ira Sachs, Ben Whishaw y Rebecca Hall se ponen al servicio de esa idea, sin aspavientos, confiando en que el espectador que entre en el juego valore la experiencia de escuchar de verdad a alguien durante hora y cuarto.

 

No es una película “fácil” ni “para todos”, pero sí una pieza muy coherente dentro de la filmografía de Sachs y un complemento valioso para quien se interese por la figura de Peter Hujar, por la escritura de Linda Rosenkrantz o por el modo en que el cine puede trabajar con materiales documentales sin renunciar a la puesta en escena.

 

Mi puntuación: 5,55/10.

 

 

 

Ficha: En este enlace.

 

 

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Chistes y críticas en holasoyramon.com

Crítico de Cine de El Heraldo del Henares

 

 

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