Festival de San Sebastián Día 2: Sombras de drama y promesas de luz.
En este segundo día del Zinemaldia, la magia del cine sigue latiendo en San Sebastián, aunque con una jornada marcada por títulos irregulares y un clima que terminó por desatar una tormenta tan intensa como las emociones vividas en las salas.
La mañana arrancó con Deux pianos, la nueva película de Arnaud Desplechin, conocido por títulos como Asuntos familiares y Fantasías de un escritor. El filme nos presenta a un pianista que regresa a Francia tras pasar varios años en Japón. Allí le espera su mentora, interpretada por una magnífica Charlotte Rampling, pero el verdadero conflicto estalla cuando, en un parque de París, reconoce a un niño que cree ser su hijo por el increíble parecido físico. La propuesta, que se mueve en el territorio del drama familiar con tintes de culebrón, resulta decepcionante: diálogos poco trabajados, emociones impostadas y una trama que se siente continuamente falsa. Un arranque flojo que no ha estado a la altura de las expectativas que genera siempre el cine de Desplechin.
La segunda proyección de la mañana fue Redoubt, dirigida por John Skoog, una película sueca protagonizada por Denis Lavant, inolvidable por su trabajo en Holy Motors. Ambientada en plena Guerra Fría, narra la obsesión de un hombre que, temiendo un ataque soviético, decide construir un búnker en su propia casa. Es cine nórdico en estado puro: sobrio, austero, con muy pocas palabras, pero cargado de atmósfera. Aunque no es una película para todos los públicos por su ritmo pausado, logra retratar con precisión la paranoia de la época y el aislamiento emocional del protagonista. Sin ser una obra maestra, se trata de una propuesta interesante que aporta autenticidad al festival.
Por la tarde llegó uno de los títulos más esperados: Un simple accidente, de Jafar Panahi, flamante ganadora de la Palma de Oro en Cannes. Panahi, conocido por películas como Los osos no existen, Tres caras y Taxi Teherán, se adentra aquí en la historia de un trabajador que, por casualidad, cree reconocer a uno de sus antiguos torturadores durante la represión iraní. Decide secuestrarlo y reúne a otras víctimas para confirmar si, en efecto, es la persona que los martirizó. Aunque la premisa es potente, la película se vuelve reiterativa y en ocasiones panfletaria, con interpretaciones que no terminan de convencer. Eso sí, sorprende con momentos de humor negro que recuerdan al cine de Luis García Berlanga, como si éste hubiese trasladado su particular sátira a la Irán contemporánea. Pese a mis reticencias, la película ha recibido una buena acogida por parte de la crítica presente en el festival, en claro contraste con mi propia opinión, bastante más negativa.
El día cinematográfico se cerró con Six jours ce printemps-là, traducida aquí como Seis días en primavera, de Joachim Lafosse, director de prestigio que ha firmado títulos como Un silencio, Un amor intranquilo y Después de nosotros. En esta ocasión nos cuenta la historia de una madre divorciada que, junto a sus dos hijos y su nueva pareja, pasa las vacaciones de Semana Santa en el chalet de su ex-suegro. Mientras los niños y el novio disfrutan de unos días despreocupados, ella vive con la constante tensión de ser descubierta. Es una película sencilla, sin giros rebuscados, pero narrada con una sensibilidad que la convierte en una propuesta amable y con cierto poso emocional. Un cierre digno para una jornada irregular.
Más allá de las proyecciones, el día ha estado lleno de encuentros y anécdotas. Por la mañana, tuve la suerte de charlar con Dominga Sotomayor, directora de la película chilena Limpia, y con su protagonista, María Paz Grandjean. Comentamos detalles de la película en un ambiente distendido y cercano. En mi visita al Hotel María Cristina, epicentro del glamour del festival, vi a una simpática Carmen Machí posando incansablemente para los fans, aunque decidí no pedirle foto porque ya se la notaba agotada. También me crucé con Agustín Díaz-Yanes, a quien vi algo más envejecido, paseando tranquilamente por el vestíbulo. El momento más especial llegó a última hora de la tarde, a la salida de los Cines Príncipe, cuando me encontré por casualidad con Oliver Laxe. Tras un breve y cordial diálogo, nos hicieron una foto que guardaré con mucho cariño. Es muy alto, muy guapo, muy lucense y muy encantador.
El clima también quiso ser protagonista de la jornada. Lo que comenzó como un leve chirimiri por la tarde se transformó en una tormenta torrencial que nos dejó completamente empapados al regresar al hotel. Así, entre paraguas rotos y zapatos calados, terminó un segundo día que, aunque cinematográficamente menos brillante que el primero, sigue respirando cine por todos sus poros. El Zinemaldia mantiene viva la promesa de que, en cualquier momento, puede aparecer la película que nos emocione de verdad.
Gema Santamaría
Periodista, crítica de cine y colaboradora de Nueva Alcaria.
Otros posts relacionados
Muchos besos y muchas gracias.
¡Nos vemos en el cine!
Chistes y críticas en holasoyramon.com
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
Para poner un comentario:
Hay 3 casillas.
En la superior va tu nombre.
En la segunda, la del medio, pon una dirección de correo electrónico.
La tercera, la de abajo de las tres, puedes dejarla en blanco o poner tu web.