Lillian Hellman: la mujer que escribió Hollywood con uñas afiladas y un whisky en la mano – Donostia Zinemaldia – Festival de San Sebastián 2025 – #73SSIFF – @sansebastianfes – Gema Santamaría

 

 

 

 

 

 

 

 

Lillian Hellman: la mujer que escribió Hollywood con uñas afiladas y un whisky en la mano – Donostia Zinemaldia – Festival de San Sebastián 2025 – #73SSIFF – @sansebastianfes

 

Por Gema Santamaría


El Festival de San Sebastián recupera en su sección Klasikoak a una de las guionistas más brillantes, incómodas y borradas de la historia del cine estadounidense. Vuelve la dama de hierro de los diálogos venenosos.

 

 

Cada año, el Festival de San Sebastián saca brillo a la memoria del cine clásico con la sección Klasikoak, esa ventana por la que se cuelan joyas restauradas y figuras que el tiempo —y a veces la censura, el machismo o la mala leche histórica— dejó injustamente en segundo plano.

 

Este 2025, la elegida no es una actriz, ni una directora, ni una musa. Es mucho más que eso. Es Lillian Hellman, la guionista que puso a hablar a Bette Davis con colmillo, que cabreó a J. Edgar Hoover, que amó a Dashiell Hammett y que escribió como si tuviera que vengarse del mundo en cada página.

 

 


La mujer que no se callaba ni debajo del agua

 

Lillian Hellman nació en Nueva Orleans en 1905, entre cotillones y humidificadores.

 

Era lista, testaruda, judía y mujer. Vamos, todo lo que no convenía en el Hollywood dorado.


A los 22 años ya trabajaba como lectora de guiones en la Metro-Goldwyn-Mayer, pero no tardó en pasar al otro lado del escritorio.


En 1934 escribió su primera obra teatral, Esos tres, basada en un escándalo real sobre dos profesoras acusadas falsamente de lesbianismo.


En los años 30. En Estados Unidos. A ver quién se atrevía. Ella lo hizo. Y triunfó.

 

La versión cinematográfica, también titulada Esos tres, tuvo que camuflar el escándalo lésbico por un triángulo amoroso convencional, porque el Código Hays no permitía ni un susurro fuera del armario.

 

Pero el talento de Hellman ya era evidente. Escribía personajes femeninos fuertes, complejos y, sobre todo, peligrosamente humanos. En un Hollywood plagado de madrecitas perfectas y rubias decorativas, ella apostaba por mujeres que mordían.

 

 

 


Una guionista con alma de francotiradora

 

Su mayor éxito en cine fue probablemente La loba (1941), dirigida por William Wyler y protagonizada por Bette Davis con una de sus mejores (y más malas) interpretaciones.

 

El guion, basado también en una obra teatral de Hellman, está lleno de frases como puñetazos y retrata a una familia del sur estadounidense dispuesta a devorarse entre sí por dinero.


El personaje de Regina Giddens es una joya del cine negro en versión femenina, y eso se lo debemos en buena parte a la pluma de Hellman.

 

 

Pero no todo era drama sureño y herencias. También escribió guiones como La calumnia (1961), remake de su obra inicial pero ya con la temática lésbica tratada de forma más directa, y adaptaciones como La heredera, basada en Henry James, que dejó sin aliento a más de uno por la manera en que diseccionaba el alma humana. Todo con una elegancia feroz. Como un guante de seda… lleno de clavos.

 

 

 

 

La política, el amor y la lista negra

 

¿Y qué pasó con Lillian Hellman?


Pues lo de siempre: fue demasiado brillante, demasiado política y demasiado mujer para que la historia oficial la tratara bien.


Simpatizante del comunismo en los años 30 (como media intelligentsia de Nueva York, por cierto), acabó en el punto de mira del infame Comité de Actividades Antiestadounidenses.

 

Cuando le pidieron que delatara a otros colegas, soltó una frase para la historia:

«No puedo y no quiero recortar mi conciencia para adaptarla a la moda de este año».

 

Dicho en 1952, con los agentes del FBI afilando lápices detrás de la puerta. Ovación cerrada.

 

Durante más de una década, fue prácticamente vetada de Hollywood. Siguió escribiendo teatro, memorias, ensayos, y vivió una relación sentimental —tempestuosa, fiel a su estilo— con el escritor Dashiell Hammett, autor de El halcón maltés y compañero de barricadas.

 

 


Rescatarla ahora no es nostalgia, es justicia

 

Por eso tiene todo el sentido del mundo que este año Klasikoak del Zinemaldia le rinda homenaje. Porque no solo fue una guionista prodigiosa, sino una figura valiente que se enfrentó al machismo, a la censura, al FBI y a medio Hollywood con una sola arma: sus palabras.

 

Proyectar sus películas hoy, restauradas y en pantalla grande, no es mirar al pasado con melancolía: es hacerlo con rabia, con admiración, y con el deseo de que muchas Hellman más puedan volver a escribir sin que las borren del encuadre.

 

Así que si te cruzas por Donosti con una señora elegante, de cejas arqueadas y con una petaca en el bolso, puede que sea solo una cinéfila con estilo.

 

Pero quién sabe… igual es el fantasma de Lillian Hellman, tomando nota de quién se atreve por fin a aplaudirla como se merece.

 

 

 

 

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Muchos besos y muchas gracias.

¡Nos vemos en el cine!

 

 

 

Chistes y críticas en holasoyramon.com

Crítico de Cine de El Heraldo del Henares

 

 

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