De clase A y con Concha de Oro: San Sebastián y su lugar en la élite de los festivales de cine
Desde su debut bajo la sombra del franquismo hasta consolidarse como uno de los 14 grandes festivales del mundo, el Zinemaldia ha sabido ganarse —y mantener— el codiciado rango “Clase A” otorgado por la FIAPF.
Una historia de prestigio, crisis, reinvención y estrenos de leyenda.
Por Gema Santamaría
En el universo de los festivales de cine, no todos los certámenes juegan en la misma liga. Y aunque el glamour de las alfombras rojas y las estrellas invitadas pueda parecer el principal indicador del éxito, lo cierto es que existe una autoridad discreta pero fundamental que reparte los galones: la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos, más conocida como FIAPF. Desde 1933, esta organización con sede en París se encarga de regular, acreditar y clasificar los festivales internacionales, estableciendo parámetros comunes de calidad, visibilidad y estructura competitiva.
El máximo rango otorgado por la FIAPF es el de “Competitive Feature Film Festival”, aunque en la jerga periodística e industrial se sigue hablando de “festivales de clase A”. Obtener esta acreditación no es sencillo: exige contar con una competición internacional de largometrajes sin restricciones de género o procedencia, exigir estrenos mundiales o internacionales, y garantizar una estructura organizativa sólida y profesional.
Hoy, solo 14 festivales en todo el mundo gozan de esta distinción. Entre ellos están los archiconocidos Cannes, Berlín, Venecia, Locarno, Karlovy Vary o Tokyo.
Pero también figura, con pleno derecho, el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, convertido en una de las grandes plazas del cine mundial. Una condición que no siempre tuvo… y que en más de una ocasión estuvo a punto de perder.
De la lista B al podio internacional
El Zinemaldia nació en 1953, en plena dictadura franquista, como una muestra de películas en castellano y con un marcado carácter turístico. Al año siguiente, en 1954, fue incluido por la FIAPF en la llamada “B-list”, una categoría secundaria que agrupaba festivales no competitivos.
Pero ya en 1955 y 1956, San Sebastián comenzó a abrirse al cine internacional, aceptando películas en otros idiomas y adoptando durante un breve periodo la especialización oficial en cine en color. Este gesto técnico, poco relevante a día de hoy, fue entonces un trampolín estratégico para escalar posiciones.
El gran salto llegó en 1957: ese año, la FIAPF reconoció al certamen como festival competitivo de largometrajes y le concedió el rango de clase A. Se instauró así la Concha de Oro, máximo galardón donostiarra, que desde entonces ha premiado a algunos de los nombres más destacados del cine mundial.
No obstante, el camino no ha sido lineal. Entre 1980 y 1984, el festival atravesó una profunda crisis institucional y financiera. La pérdida de rumbo artístico, sumada a los cambios en el mapa cultural europeo y la falta de apoyos sólidos, provocaron la retirada temporal del estatus A. Durante aquellos años, de hecho, no se entregaron los grandes premios oficiales del certamen.
La recuperación llegó en 1985 de la mano de Diego Galán, que asumió la dirección con el reto de reconstruir el prestigio perdido. Bajo su mandato, el Zinemaldia redefinió su estructura, mejoró su programación y volvió a ser admitido en la élite de la FIAPF. Desde entonces, ha mantenido ininterrumpidamente su condición de festival A hasta la actualidad.
En la edición 2024, el nombre de San Sebastián figura una vez más en el calendario oficial de la federación internacional, junto a los grandes certámenes del mundo.
Una clasificación que ordena el mapa del cine
Para entender la relevancia de esta acreditación, conviene tener claro que la FIAPF clasifica los festivales en cuatro grandes grupos: los competitivos generales (los llamados “clase A”), los competitivos especializados (centrados en un género, temática o región), los no competitivos (orientados a estrenos o retrospectivas sin premios oficiales), y los dedicados al documental o al cortometraje.
En el primer grupo, el más exclusivo, están los festivales que permiten competir a películas de cualquier género o procedencia geográfica, siempre bajo el requisito de estreno y de proyección pública con fines profesionales.
En el segundo grupo, el de los especializados, encontramos certámenes como el Festival de Sitges, centrado en el cine fantástico, o el Festival de Málaga, dedicado al cine en español.
En el tercero, los no competitivos, se ubican gigantes como el Toronto International Film Festival (TIFF), donde el mercado y los estrenos tienen más peso que los galardones.
Finalmente, en el cuarto grupo, se encuentran certámenes emblemáticos de cortometraje y documental, como Clermont-Ferrand, Oberhausen o el ZINEBI de Bilbao.
San Sebastián, tierra de estrenos
Uno de los requisitos más exigentes para los festivales de clase A es el de contar con estrenos internacionales. En este aspecto, San Sebastián ha sabido situarse como un escaparate privilegiado para grandes lanzamientos. Dos ejemplos bastan para ilustrarlo.
En 1958, la ciudad recibió al mismísimo Alfred Hitchcock, que acudió al festival para presentar en estreno internacional su ya mítica película Vértigo, titulada en España De entre los muertos. El impacto mediático fue enorme y consolidó al certamen como un espacio de referencia para el cine de calidad.
En 1977, La guerra de las galaxias llegó por primera vez al continente europeo precisamente en San Sebastián.
El 19 de septiembre de aquel año, el Zinemaldia acogió el estreno europeo del filme que cambiaría para siempre la industria del entretenimiento.
En las carteleras españolas se mantuvo con su título original hasta la llegada de los subtítulos numéricos y la expansión del universo galáctico.
Estos estrenos no son simples anécdotas. Reflejan la capacidad del SSIFF para atraer a grandes estudios, anticipar tendencias y garantizar el nivel de exclusividad que exige la clasificación internacional.
Una brújula industrial que no admite descuidos
Más allá del prestigio simbólico, la clasificación FIAPF es una herramienta industrial de primer orden.
Sirve como guía para productores, distribuidores, programadores y cineastas que buscan saber en qué circuitos deben posicionarse sus obras.
Para los festivales, estar en esa lista significa tener una estructura profesional capaz de cumplir unos estándares muy concretos. Y mantenerse en ella, exige no bajar la guardia.
San Sebastián ha demostrado en varias ocasiones que el prestigio no es un derecho adquirido, sino una responsabilidad constante.
Desde su fundación bajo el manto del franquismo hasta su actual proyección global, ha sabido navegar entre crisis, presiones políticas, transformaciones culturales y cambios en el mercado. Y ha salido reforzado.
Hoy, con su Concha de Oro como seña de identidad y una programación que combina riesgo, diversidad y rigor, el Zinemaldia sigue siendo una de las plazas fuertes del cine mundial.
Un festival que no solo brilla en la alfombra roja, sino que cuenta —negro sobre blanco— con el reconocimiento de quienes ordenan el mapa internacional del séptimo arte.
Fuentes:
FIAPF.org, sansebastianfestival.com, en.wikipedia.org,
artxiboa.sansebastianfestival.com, netfest.org, academia.edu,
ultimatepopculture.fandom.com, barcelo.com, international-dubbing.fandom.com,
williamstownfilmfest.com.
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Muchos besos y muchas gracias.
¡Nos vemos en el cine!
Chistes y críticas en holasoyramon.com
Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
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