Rebeca – 1940 – Alfred Hitchcock – Taller de Cine de Azuqueca de Henares

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Ficha:

Título original: Rebecca

País: EE.UU.

Duración: 130 minutos

Género: Drama, Misterio, Romance

Estudios: Selznick International Pictures

Distribuidora: United Artists

Fechas de estreno

España: 10 Diciembre 1942

Estados Unidos: 12 Abril 1940

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Comentario:

 

Un placer ver en pantalla grande esta gran peli y además acompañado de los amigos del Taller de Cine de Azuqueca de Henares.

 

Para mí es la mejor peli del maestro del suspense.

 

130 minutos de puro cine.

 

A pesar de las continuas presiones del productor David O. Selznick, que realizó el montaje final, el sello de Alfred se ve por todas partes.

 

Estamos ante un drama gótico con una parte final de thriller.

 

La gran protagonista de la peli, y la que soporta todo el peso de la trama, es una maravillosa Joan Fontaine que da un recital de buena interpretación.

 

Una chica tan ñoña, tan flojita no despierta más que compasión.

 

Nunca a nadie en la historia del cine se le ha ninguneado tanto como a este personaje.

 

No tiene ni nombre, en contraste con los tres o cuatro nombres del Señor de Winter.

 

Su baja extracción social contrasta con los títulos nobiliarios de su pareja.

 

Su soledad es máxima cuando llega a la gran mansión y se encuentra con la hostilidad de la Señora Danvers y con la omnipresencia de Rebeca, que era todo lo que ella no es.

 

Hay algo turbio y maléfico en esa pareja. La Danvers deambula como un fantasma sin casi expresividad y sin mostrar humanidad alguna, fiel al recuerdo de su señora, con la que tuvo algo más que una relación de amistad.

 

Rebeca es el mal, un personaje que no está de cuerpo presente en la peli pero que es fundamental. Su existencia y su presencia es constante, podemos imaginarla perfectamente, cada uno le pondrá la cara que quiera. Yo la puedo imaginar como Ava Gardner o incluso como Rita Hayworth. Bella, deslumbrante, maravillosa y perversa. La antítesis de Joan Fontaine.

 

Un personaje fascinante y atractivo, que a pesar de todo despierta deseo.

 

Otro elemento importante es la casa. Ese palacio, enorme y frío. Ideal para que viviera Rebeca, pero demoledor para la nueva señora de Winter.

 

Es la representación material de Maxim, un noble, machista y desconsiderado.

 

No olvidemos que sale indemne de un crimen, que parece que justificamos.

 

No dejan de ser repugnantes sus comentarios misóginos y el trato de favor que se le dispensa en esa investigación. Sin olvidar el desprecio que demuestra hacia su nueva esposa.

 

No disculpemos sus actitudes por su vida penosa con Rebeca. Si no se divorció de ella fue solo por las apariencias y por ellas soportó los cuernos y el maltrato.

 

Jack Favell, magníficamente interpretado por George Sanders, es un personaje, en apariencia repulsivo.

 

Su cinismo y sus sucios intereses nacen de una clase social baja, con una vida mucho más difícil que la de su oponente el Señor de Winter.

 

Mrs. Danvers (extraordinaria Judith Anderson) da mucho miedo. Nadie querría tener alguien así en su  casa.

 

Me impresiona como acaricia la ropa interior de Rebeca (bordada por las monjas clarisas) y como incita al suicidio a Joan Fontaine.

 

Pero en esta peli ni uno solo de los personajes es absolutamente puro.

 

No olvidemos que “esa mosquita muerta” consigue engatusar al noble adinerado. Antes de salir hacia Nueva York hace todo lo posible para no perder un futuro mejor.

 

La Señora Van Hopper tiene algo de razón. Por cierto, absolutamente insoportable, una representación perfecta de una detestable clase social, que como no es capaz de obtener compañía la tiene que comprar. ¡Qué gran actriz Florence Bates!

 

Hitchcock era un señor con muy mala leche y aquí lo demuestra de nuevo.

 

Esta primera peli americana lo es en la producción y en la protagonista (además de Bates, claro), pero el resto del elenco era británico. Una especie de puente entre sus dos etapas profesionales.

 

Maravillosa la fotografía en blanco y negro.

 

Me asombra comprobar lo bien que ha aguantado el paso del tiempo.

 

Una obra maestra. Una maravilla.

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Mi puntuación: 9,51/10.

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El director Alfred Hitchcock:

Alfred Hitchcock

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Muchos besos y muchas gracias.

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Chistes y críticas en holasoyramon.com

Crítico de Cine de El Heraldo del Henares

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4 Comentarios to “Rebeca – 1940 – Alfred Hitchcock – Taller de Cine de Azuqueca de Henares”

  1. Alberto says:

    Qué vamos a decir de una de las películas más celebradas de Hitchcock. La he visto varias veces, quizá esta sea la cuarta. A pesar de ello no deja de ser un deleite revisitarla. Tu comentario, estupendo, como siempre. Es una gran peli y seguro que suscita más apreciaciones entre los miembros del club. Permitidme apuntar algunas: el impactante blanco y negro que, en algunas escenas, claramente bebe del expresionismo alemán, la perfecta concatenación de elementos cinematográficos que convergen en una estupenda tensión narrativa hasta el final de la película, la banda sonora que solo puede ser de película y completamente al servicio de esa tensión narrativa, la atípica representación del mito de la “femme fatale” a través del recurso de la evocación (elíptica, “en off”), que la hace aún más poderosa y la dota de una presencia atosigante durante toda la película, para mi el personaje principal sin que se la vea una sola vez; la contraposición con otro mito, el de la inocencia juvenil que Joan Fontaine interpreta fenomenalmente (se me antoja, en esta ocasión, un punto cargante con tanto meter la pata y tanto lloriqueo) y que, a pesar de estar presente en todas la escenas, no tiene un nombre que pueda competir con el de Rebeca; ese personaje para la historia que es la Sra Ambers, el ama de llaves, que tan bien interpreta Judith Anderson…y la mirada de Lawrence Oliver, esa mirada perdida, nostálgica, todo un prodigio de melancolía; para mí una de las cosas buenas del film.

    En esta película hay dos cosas que me resultan muy evocadoras.
    La primera es el nombre de la Mansión. Manderley me recuerda a Mayerling, lugar donde el príncipe Rodolfo de Habsburgo (hijo de la emperatriz Isabel de Baviera -Sissí- y del emperador Francisco José) y su joven amante, la varonesa de Vetsera, aparecieron muertos en su mansión de campo que utilizaban como pabellón de caza el 30 de Enero de 1889. Supuestamente fue un suicidio, pero la causa de la muerte fue objeto de muchas especulaciones y aún sigue siendo un misterio. La “tragedia de Mayerling” es ampliamente conocida y seguro que lo era más en los años treinta. Si Hitchcock quería un nombre para la mansión que en sí mismo evocara tragedia y misterio, creo que difícilmente podría haber elegido otro mejor.
    La segunda es que la Sra Ambers me recuerda mucho a la madrastra de “Blancanieves”. Diréis que voy descaminado pero Blancanieves apareció en las pantallas tres años antes y no me sorprendería que Hitchcock se inspirara en cierto modo en ella para dar forma al personaje del ama de llaves, por la semejanza física, con ese peinado a modo de corona y el vestido largo que solo puede ser negro y que le da aire de realeza, por su semblante sombrío, por su presencia hierática y por su obsesión por su antigua señora equiparable a la que tenía la madrastra por la belleza; hasta me parece que puede haber una clara alusión en la escena en que ambas (madrastra –Ambers y Segunda Sra Winters-Blancanieves) están en el tocador de Rebeca frente al espejo (ya sé que se ha especulado mucho sobre el trasfondo lésbico de esa y alguna otra escena). Hasta la mansión tiene aire de castillo de Blancanieves.

    Una estupenda película, indudablemente. Sin embargo, creo que un poquito de factura sí le pasa el tiempo y estoy de acuerdo contigo en que hay que echar mano de cierta benevolencia para pasar por alto el ideal de mujer que representa la Fontaine y esa relación tan asimétrica de hombre maduro y rico que le hace el favor de encandilarse con ella a esa mujercita inocente y enamorada a la que, del Times, solo le interesa leer el artículo sobre el Cricket.
    Un abrazo.

  2. María del Carmen Mansilla says:

    A Daphne du Maurier le encantaba la novela romántica inglesa sobre todo la novela de Charlotte bronte Jane Eyre.
    Existen paralelismos irrefutables entre las dos novelas.
    Dos grandes mansiones Thornefield y Manderley las cuales acaban devoradas por el fuego.
    Dos señores maduros adinerados y atormentados por esposas malditas que ejercen su poder desde la sombra, una loca y otra mala malísima..
    Dos jóvenes venidas a menos, sensibles ,enamoradisimas, una es institutriz y la otra dama de compañía, una tiene nombre ,Jane, la otra no lo tiene, no le iba a poner el mismo nombre…
    Las dos tienen final feliz, cosa rara en el romanticismo.
    De Hitchcock y su cine no voy a añadir nada que no se haya dicho ya.
    En el orden de mis preferencias estaría primero el personaje de Jane Eyre. Me parece que tiene más peso específico.

  3. Carlos says:

    Hacía tiempo que nos ponían una película clásica y ya lo estaba echando de menos. Con el tiempo me he ido liberando de los prejuicios de mi juventud -me eduqué viendo cine mudo y películas clásicas por lo que la mayoría de las cintas posteriores a los años 50 me parecían inevitablmente inferiores- y he aprendido a disfrutar del cine moderno y a valorar más objetivamente el de la edad dorada. A pesar de todo confieso que sigo sintiendo un placer especial cuando al apagarse las luces de la sala el proyector arroja un glorioso blanco y negro en pantalla cuadrada… será porque me recuerda a mis años mozos en que pasaba las tardes viendo cine clásico en la filmoteca…

    De la peli poco voy a añadir: es una película inquietante, poética, sorprendente, magistral. Todo lo que después caracterizaría al director está ya aquí y además de forma más contenida que en trabajos sucesivos. Por eso es mi película favorita de Hitchckok. Un privilegio poder verla en pantalla grande y versión original. Oro puro.

  4. victor villalba says:

    Rebeca sigue en Manderley

    Estoy muerta y mi cuerpo se encuentra en el fondo del mar.

    Mi ataúd es un viejo balandro en cuyo interior estoy aprisionada, con los ojos inertes y abiertos, y los pulmones llenos de agua.

    Estoy furiosa, soy un cadáver furioso, porque no puedo gritar y decirle a todos que fui miserablemente asesinada por mi marido, el señor De Winter. Todos le creyeron cuando dijo que yo había salido a navegar en una noche tormentosa, y que había encontrado la muerte al volcar la barca. Cuando esta apareció y vieron los agujeros que había en el casco, se especuló con la idea de que yo misma había decidido acabar con mi vida…!y lo creyeron! ¡Cómo pueden ser tan estúpidos de creer que iba a complicar tanto mi propio suicidio!.

    !Cuantas indignidades se pueden decir sobre un muerto que no tiene posibilidad de defenderse!

    Es cierto que estaba embarazada, y también lo es que tenía cáncer. Las dos cosas resultaron para mi un mazazo El hijo que esperaba era de mi amante, mi primo Jack, y el cáncer me lo detectaron unos pocos días antes de mi muerte, pero ninguna de las dos cosas podría haber hecho que yo renunciase a la vida, y sobre todo ¡Que individuos tan crueles y en que baja estima me tenían para creerme capaz de matar una vida que nacía dentro de mi vientre!¡Tan despreciable e insensible me consideraban!.

    Aquella tarde había discutido con Maxim y le había revelado todo, excepto mi enfermedad. Le había repetido lo que hacia tiempo sabía; que me había casado con él por su posición y su dinero, y qué él a su vez lo había hecho por mi belleza y porque mi tono casaba con su riqueza y todo lo que quería aparentar ante los demás.

    Sabía también que nunca me doblegaría a su aburrido estilo de vida, a su despreciable manera de ser, y a su egocentrismo. Sabía que nunca me domesticaría ni sería una mujer objeto, un adorno más que brillara en aquella casa para hacer más alta su propia autoestima y la de sus posesiones.

    Cuando escuchó esto de mis labios encolerizó, porque todo su mundo, todo lo que hubiera querido para mí y para él, se acababa de derruir en un instante.

    La ira le llevó a golpearme hasta matarme, y luego ideó el hacer que desapareciese en el fondo del mar.

    Ahora, el que fuera mi esposo, se ha vuelto a casar. Lo ha hecho con la intención de olvidarme, y de intentar ser feliz al lado de una persona más moldeable que yo, más devota de su persona, capaz de admirarle y de amarle sin condiciones, y para ello se ha buscado una mujer mucho más joven que él, de aspecto inocente y frágil, fácilmente impresionable por un hombre maduro y experimentado, perteneciente a una clase social elevada, dispuesto a convertirla en la señora de Manderley, a costa de renunciar así misma y ser el apéndice de su todopoderoso marido.

    Sin embargo, aunque estoy aquí en esta tumba marina, aunque aparentemente mis ojos no pueden ver ya ni escuchar lo que acontece en el mundo de los vivos, sigo ligada a Manderley y Manderley sigue unida a mí, y de esto se encarga mi fiel amiga y compañera, la señora Danvers. ¡Cuánto la echo de menos!

    Confío en ella para expulsar de mi casa a esa provinciana que ha “cazado” al pretencioso y rígido señor De Winter. Mi tonto maridito creerá realmente que ella se ha enamorado de él. ¿Quién puede caer enamorada de un hombre que trata así a una mujer, que la valora únicamente por el papel que espera desempeñe como señora de la mansión de los Winters, y encargada del cuidado de la casa y de su esposo.

    Seguro que mi marido le habrá recordado los dos terrones en el café, y le habrá sugerido tomar pronto las riendas de Manderley. Ese espacio enorme y frio deberá ser desde entonces su espacio. la mosquita muerta se habrá dejado impresionar por la figura tan elegante como hueca de mi asesino, aunque poco a poco quizás deje de ser tan ingenua y aproveche su nueva posición y sea consciente de las posibilidades de su nueva posición. Entonces quizás descubra que es una prisionera en Manderley, y que puede dejar de serlo, si se conduce como yo, como Rebeca, la mujer libre e indómita que no se doblega ante nada ni ante nadie, y menos ante un señor, por mucha nobleza, poder y dinero que posea.

    Eso si; La nueva señora “sin nombre” tendrá que desplazar a mi ama de llaves, y la señorita Danvers es un hueso difícil de roer. Me la imagino haciendo mención de lo enamorado que estaba el señor De Winter de mi, de mi hermosura, de mi presencia en la casa. Le mostrará mi habitación, mis ropas, mi presencia como un aroma persistente en la mansión. Le hará ver que no me he ido, que no he muerto, que mi fantasma me ha sobrevivido y que tendrá que convivir con él o destruirlo.

    Porque Rebeca, la que esto escribe desde el fondo del mar, nunca abandonará Manderley.

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