Por un lado la historia de amistad entre un agente de los servicios secretos, Roberto, y un mediador, Juan Gutiérrez.
Una relación curiosa y no bidireccional. Ya que Juan siempre fue sincero, pero Roberto estuvo interpretando un personaje y ocultando su verdadera identidad.
La pregunta que se hace la peli y el espectador es si esa relación puede ser de verdadera amistad.
Está claro que Roberto aprendió de Juan y su vida se transformó.
De fondo está la inexplicable autonomía ante el poder político del CNI que libraba su propia guerra contra ETA. Aunque en determinados momentos se sometía sin rechistar como en el 11M.
Lo cierto, es que este relato es muy intersante y por la falta de colaboración de Roberto no se termina de desarrollar. Tal vez, como dice Juan, se juega la vida.
Por otro lado hay una especie de making off del propio documental, elemento que parece estar de moda, porque ya lo hemos visto en otras pelis.
Los dos directores, una de ellos hija del protagonista, nos relatan las dificultades para la realización de esta cinta y nos explican el porque de su resultado (no concluyente) final.
Ana Schulz intenta comprender la relación de su padre con el espía y los resortes que configuran una amistad, que ella no termina de entender.
El conjunto resulta de los más entretenido, con valorables elementos de thriller que dan un interés añadido.
Distribuidora: Walt Disney Studios Motion Pictures
Todos los públicos
Fechas de estreno
España: 21 Diciembre 2018
Estados Unidos: 19 Diciembre 2018
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Comentario:
Isabel nos había reservado, en la fila 6, dos butacas. Cuando llegamos a recoger las entradas nos comunica que nos ha cambiado de sitio. Con cara de susto nos avisa que hay un cumpleaños.
Nos sentamos Elena y yo en las nuevas localidades, pero las incesantes patadas de una niña nos obligan a adelantar una fila.
La escalera es un continuo desfilar de crías que bajan y suben acompañadas de una señora (una sufrida madre, suponemos).
Desde luego no parece que la proyección subyugue a estas jóvenes espectadoras.
Yo creo que el público de esta cinta son las nietas (que van obligadas) de las abuelas que en su infancia vieron hasta la saciedad esta producción Disney, la mejor sin duda de personajes de carne y hueso.
Porque esta peli está impregnada de moho. Ha nacido viejuna.
Es una secuela barra remake. Se desarrolla años después de la de hace 55 años, pero tiene una estructura argumental idéntica.
Pero es mucho peor que su predecesora por varias razones.
Primero no está Dick Van Dyke (bueno, está pero no interpretando al deshollinador). Lin-Manuel Miranda no le llega a la altura de los zapatos.
Segundo los temas musicales son mucho, pero que mucho, peores.
La mayoría de las canciones de la peli de 1964 han pasado a la memoria colectiva, en cambio de esta nueva versión no se va a recordar nada de nada. De hecho soy incapaz, pocas horas después, de decir de que iban los temas musicales.
Hay una cuestión que no ha cambiado, Mary Poppins sigue siendo repelente y engreída.
Pero aquí más soportable al estar interpretada por la estupenda Emily Blunt y no por la mojigata e insufrible Julie Andrews (que Dios tenga en su gloria).
Lo que sí es destacable es el diseño de producción con la opción de hacer una peli con sabor añejo, aunque tal vez se les haya ido de las manos.
Guion: Ramón Campos, Nacho Carretero, Cristóbal Garrido, Gema R. Neira, Diego Sotelo (Libro: Nacho Carretero)
Fotografía: Jacobo Martínez
Reparto: Javier Rey, Tristán Ulloa, Miquel Fernández, Manuel Lourenzo, Antonio Durán,Carlos Blanco, Jana Pérez, Marta Larralde, Tamar Novas, Fran Lareu,Xosé A. Touriñán, Celso Bugallo, Monti Castiñeiras, Cristina Iglesias,Chechu Salgado, Iván Marcos, Alejandro Carro
Productora: Bambú Producciones.
Distribuida por Atresmedia Televisión
Género: Serie de TV. Thriller | Drogas. Años 80
Web oficial: http://www.antena3.com/series/farina/
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Comentario:
La recomendación de Rubén y su candidatura a los Feroz a mejor serie dramática me obligan a su visionado.
Por avatares de la vida conocí en los noventa a la mayoría de los personajes protagonistas y me chirrían algunos que no se parecen en nada o en muy poco.
A Javier Rey no lo identifico con José Ramón Prado Bugallo y Carlos Blanco no es Oubiña.
En cambio Manuel Charlín está perfectamente personificado en el actor Antonio Durán “Morris” en un alarde de mimetismo. Además este personaje termina siendo el verdadero protagonista porque Morris es un auténtico robaplanos.
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La serie se ve lastrada por la realidad que intenta reflejar. Sus capítulos van avanzando con los años y eso provoca que el relato sea demasiado episódico.
Su producción y su factura son de primera y refleja bien el mundo del narcotráfico gallego.
Tristán Ulloa dando vida a Darío Castro, un tenaz sargento del Benemérito Cuerpo, está inconmensurable, un hombre solitario, poco cordial pero infinitamente perseverante.
Hay un retrato de fondo de la sociedad gallega con importantes (aunque escasas) referencias al apoyo político que recibieron estos capos gallegos, con la insinuación que el PP también se financió con dinero del narcotráfico.
Destacar que en esta serie las mujeres ocupan un papel muy relevante.
Cito como ejemplo a la catalana Jana Pérez interpretando a la panameña Camila y la gallega Isabel Naveira a Pilar Charlín dos personajes femeninos muy potentes.
El capítulo final con el relato del juicio de la Operación Nécora es demasiado periodístico, pero muy ilustrativo.
Tal vez eche de menos más violencia como en su equivalente americana Narcos.
Un placer volverla a ver esta vez en pantalla grande y con los compañeros del taller de cine.
Evito leer lo que escribí hace años.
Así si me repito no será un autoplagio.
Antes de reflexionar sobre la psicopatía quiero hablar de la peli.
Lynne Ramsay es una directora escocesa de 49 años.
La peli se sustenta en la relaciones entre una madre y su hijito.
Para contarnos esta relación usa pocos diálogos, un montaje como un puzzle que resulta fácil de montar, pero que hace que la peli sea menos digerible aún de lo que podría ser si su línea narrativa fuera recta.
No usa recursos baratos como explicaciones psicológicas de expertos, solo muestra, para que el espectador saque sus conclusiones.
Sus imágenes son potentes, impactantes con una música ecléctica, pero efectista.
Ya desde el principio nos indica con la Tomatina de Buñol que su color va a ser el rojo.
Un elemento que ayuda a desasosegar al espectador, que no termina de comprender el porqué.
Hay un fondo de sordidez en el relato, algo turbio, incluso mezquino.
Muchas escenas que comentar, posiblemente todas y cada una, que darán mucho para debatir en el coloquio que nos espera para después de las vacaciones.
Solo menciono a esa madre al lado de una obra en la calle, para dejar de oír el llanto de su hijo.
Como película me parece soberbia, con muchos elementos que me entusiasman.
Tilda Swinton nos expresa, muchas veces, solo con la mirada, una amplísima gama de sentimientos. Colosal.
Copio lo que escribió Don Carlos Boyero en el País:
“La directora está tan preocupada por construir imágenes retorcidas y sonidos sofisticados que revelen su inmensa personalidad narrativa que se olvida de potenciar y hacer creíble el morboso argumento… un cargante ejercicio de estilo“.
No podría dejar de comentar algo sobre los psicópatas o como se les llama desde hace unos años trastorno antisocial de la personalidad.
Mi amigo Daniel y yo hemos compartido durante unos años lugar de trabajo y hemos conocido a muchos psicópatas.
Los dos estamos autorizados para comentar sobre ellos. Él más que yo porque desde su profesión de psicólogo ha profundizado mucho en sus personalidades y posibilidades terapéuticas.
Para una persona normal resulta incomprensible que pueda haber individuos como Kevin.
Carentes de afectividad, de remordimientos, que viven el presente, sin pensar en las consecuencias, sin que haya barreras morales que les impidan cometer los actos más aborrecibles.
Yo además durante unos años traté a la selección nacional de psicópatas.
En todos los países hay un grupo de psicópatas extremos que no se adaptan a ninguna situación y tienen que ser vigilados especialmente para que dentro de las prisiones no sigan perpetrando delitos.
Algunos son incansables y día tras día siguen (al menos) intentado cometer fechorías.
Cuando esto lo contaba a amigos ponían en duda que pudiera haber individuos así y llegaban a culpar a la institución penitenciaria de su existencia. Muchas veces era mejor no discutir.
Respecto al eterno dilema si el psicópata nace o se hace, yo opino que si se hace, se hace desde épocas muy iniciales de su vida. Los pacientes con trastorno antisocial se manifiestan desde muy niños. La frase “desde pequeño ha sido conflictivo” es una constante.
Con esto solo planteo el debate que seguro tendremos muy animado en el coloquio del próximo día.