Un tranvía llamado Deseo (A Streetcar Named Desire) – 1951 – Elia Kazan – Taller de Cine de Azuqueca de Henares

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Ficha:

Año: 1951
Título original: A Streetcar Named Desire
País: EE.UU.
Duración: 120 minutos
Género: Drama
Estudios:
Calificación: No recomendado menores de 13 años

Fechas de estreno

España: 15 Octubre 1956

Estados Unidos: 18 Septiembre 1951

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Comentario de Ramón:

 

Estamos ante una adaptación de una obra teatral de Tennessee Williams, que firma también el guión.

 

Ese es el principal problema de esta peli.

 

Lo que en teatro funciona, en cine no.

 

Son medios diferentes.

 

Unos actores muy potentes interpretan personajes que siempre chillan y declaman.

 

La narración se ve lastrada por un solo escenario, excepto al principio de la peli, cuando aparece ese tranvía.

 

Blanche DuBois tiene un pasado turbio. Siempre deseosa de reconocimiento y de cariño. Pero su personalidad (narcisista e histriónica) le impide mantener relaciones sinceras y satisfactorias.

 

Stanley Kowalski es un machirulo de mucho cuidado, un tipejo violento y despreciable, con un muy bajo control de impulsos. Un maltratador de manual. Muy viril con y sin camiseta, pero muy tóxico.

 

Lo mejor de la peli es el ambiente opresivo y caluroso. Curiosamente, con las ventanas abiertas y a pie de calle, en esa casa se respira una atmósfera enrarecida, viciada,  sofocante, irrespirable.

 

Con seguridad vista en un teatro hubiera salido más complacido que de un cine.

 

Me ha aburrido moderadamente.

 

En cualquier caso muy interesante poder verla en pantalla grande.

 

Mi puntuación: 5,89/10.

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El director Elia Kazan:

Elia Kazan

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  2.  (Las pelis)
  3.  (Comentario y las pelis)
  4.  (Solo las pelis)

 

Muchos besos y muchas gracias.

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Chistes y críticas en holasoyramon.com

Crítico de Cine de El Heraldo del Henares

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Pon en Google “hola soy ramon” y el título de la peli.

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1 Comentario to “Un tranvía llamado Deseo (A Streetcar Named Desire) – 1951 – Elia Kazan – Taller de Cine de Azuqueca de Henares”

  1. El deseo como forma de huida.

    Elia Kazan lleva la obra, “un tranvía llamado deseo”, a los escenarios de Broodway y luego a la gran pantalla.

    La adaptación supone recortar parte del texto en favor de la imagen dramática en blanco y negro, y de un tono opresivo provocado por la cámara, ya sea en los planos picados de los personajes –a los que hace, dependiendo de la angulación, víctimas o verdugos- o por medio de algunas escenas en completo claroscuro, que inciden más en el drama interior de los personajes-acompañados de elocuentes silencios-y que transcurren en un tiempo cadencioso, más propio del medio teatral, pero que, a mi modo de ver, exigen al espectador que se detenga, que contemple, observe y piense, para poder sentir y abrirse a las emociones que le procuran cada presencia en la pantalla.

    El ritmo más ligero de la escena cinematográfica se desacelera en aras de intensificar la acción.

    Recuerdo una escena: las dos hermanas abrazadas, con Blanche intentando que Stella se de cuenta del tipo de hombre con el que se ha casada. La escena parece congelarse y ganar en intensidad dramática. El silencio se magnifica y con él la tensión.

    Somos espectadores de una obra dramática desde la primera fila de butacas, y sentimos la interpretación de los actores de una forma viva e intensa.

    Notamos la fragilidad de Blanche y su proceso mental desde el fingimiento, el recuerdo de un pasado falsamente idealizado, el ocultamiento y la huida de sus propios fantasmas, hasta traspasar la delgada línea que separa de la demencia y la pérdida total del contacto con la realidad.

    Sentimos la furia y el poder seductor de la fuerza bruta de Stanley, al mismo tiempo que le tememos -como le temen su mujer o su cuñada- o le odiamos. Intentamos comprenderle, justificarle por la inseguridad que demuestra. Y al final terminamos por repudiarle por la violación a la que somete a Blanche.

    De nuevo los silencios de Brando y su repentina ira llenan la pantalla. De nuevo aparece el drama y el ritmo teatral, obligando al espectador a un ejercicio de concentración.

    Observamos la catadura moral de personajes como el de Mitch, aún más repugnantes que el mismo Stanley, necesitado de dar satisfacción a su deseo más que de querer verdaderamente a Blanche e intentar comprenderla en su delirio.

    Lamentamos la ceguera de Stella, también arrastrada por el deseo, justificando la violencia de su marido, incapaz de ver, incapaz de ponerse en el lugar de su hermana. Su repudio final hacia Stanley parecen redimirla.

    Todos los personajes “desean”, todos toman ese tranvía que recorre el barrio francés de Nueva Orleans, pero ninguno es incapaz de amar sinceramente, ninguno tiene la suficiente sensibilidad para ponerse en la piel del otro.

    Blanche ha huido de si misma a través del deseo dirigido hacia todo aquel dispuesto a hacerla olvidar. Confundida en el pasado por el suicidio de un amante joven que también escondía un deseo “prohibido”, parece haber encontrado la posibilidad de un verdadero amor en Mitch. Le quiere ver diferente a la brutalidad del entorno, pero descubre que también es un fraude, un egoísta hipócrita que no perdona a Blanche su pasado que, a ojos de la ideología machista, la deja marcada para siempre.

    Habría que hablar de esas dos hermanas y sus diferentes roles en la película.

    Por último, comentar la contraposición de esos dos mundos que parece intuirse: el mundo nuevo, real, duramente real, que se presenta en la industrial y en los obreros emigrantes que vienen del campo en los años cincuenta, y ese otro mundo, ya trasnochado, casi perdido y ensoñado, que aparece reencarnado en las maneras caducas y en la figura de Blanche-Scarlata O´hara..

    Y una pregunta al director Elia Kazan: ¿Qué oscuro pasado, que oscuras intenciones y tranvías llenos de deseos, que miedos, le hicieron ser delator ante el Comité de Actividades Antiamericanas?

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