Me la recomienda mi amigo Jesús Hernando. Siempre me da buenos consejos.
Se trata de una intriga policial donde el asunto no está en encontrar al asesino, sino en descubrir el porqué.
La serie atrapa desde el primer episodio.
El elemento de la búsqueda de la verdad me resulta de lo más atractivo.
Me encanta ver a ese policía que insiste e insiste hasta saber que pasó en realidad.
Por otro lado la cuestión de la infancia torturada y de cómo hiere en el alma el sentimiento de culpa.
Los dos protagonistas, la asesina y el inspector, están marcados por esa señal lo que les obliga a sufrir para expiar sus pecados y les impide ser felices.
Jessica Biel está estupenda, además es productora de esta miniserie. Llora muy bien.
Bill Pullman, posiblemente, interprete el mejor personaje de su carrera, de una manera contenida y sensible.
La serie se ve en un suspiro y no tiene continuación (de momento). Está en Netflix.
Cerca de veinte años lleva Terry Gilliam para rodar esta peli.
En 2002 se estrenó un documental, Perdidos en La Mancha (Lost in La Mancha), que contaba el desgraciado intento que Gilliam realizó en 2000. De lo más recomendable.
Ahora gracias a una coproducción de varios países europeos, aunque con sello británico, se ha podido estrenar, cerrando el último Festival de Cannes.
En esta peli hay muchos elementos, a priori, valorables: cine dentro del cine, viajes en el tiempo, aventuras, esperpento, trama con mafioso ruso, nostalgia…
Todo contado de tal manera que me puede recordar al cine de Buñuel y de Fellini.
Se ha rodado en Portugal, Toledo, Madrid, Zaragoza en el Monasterio de Piedra, Segovia, Navarra y (como no) en Fuerteventura, el sitio de moda gracias a las subvenciones del Gobierno Canario.
En una de las escenas de la peli Toby (o Sancho) observa un mapa de la zona de Jadraque, pero no hay nada localizado en Guadalajara.
La peli en general resulta aburrida y asfixiante.
Da la impresión que Gilliam no tiene una idea clara por donde va la peli y va cambiando de rumbo sin orden ni concierto.
En bastantes ocasiones, la tosquedad en la dirección la convierte en ridícula y penosa.
Insoportable la reiteración del episodio de los molinos, como si fuera lo único que aporta una obra tan compleja como la de Cervantes.
Además, he tenido un problema personal. No he podido evitar ver en Adam Driver a Kylo Ren, todo el tiempo.
Si te gusta el universo de Gilliam tal vez la soportes con esfuierzos.
Si no sabes quien es este director, no vayas verla, cuando termine la proyección tendrás ganas de darle un puñetazo.
Leo que en toda su historia solo se han producido 120 pelis en Urugay, por lo tanto si nos llega alguna es una auténtica rareza.
Cuando era un crío iba a los partidos en La Romareda. En pocos domingos me convertí en un forofo.
Siempre me atrajo más el ambiente que el propio deporte. Esas masas que perdían la compostura, esos insultos al árbitro, esos cabreos monumentales cuando el Real Zaragoza perdía. Lo cierto es que me lo pasaba muy bien.
Llegó un momento, cuando comencé a tener uso de razón, que comprendí que detrás del deporte había un inmenso negocio, un descomunal negocio y decidí que no quería contribuir para nada en ello.
Me parece pernicioso para una sociedad que una estrella del balompié cobre cantidad astronómicas.
También me parece fatal que miembros de consejos de administración reciban fortunas. Que quede claro.
Mi mundial cuenta la historia de un chico de pueblo, de una familia humilde, que es un fenómeno dominando el balón.
De pronto se encuentra metido en una ilusión, en un entorno de falsedad, donde todos están contentos, menos su progenitor.
Este padre está triste, profundamente triste. Quiere que su hijo estudie. Comprende que están atrapados en un mundo de dinero, donde lo menos importante es su hijo y donde no va haber ni honradez, ni ética.
Néstor Guzzini da vida a este personaje de manera magistral, componiéndolo desde el silencio y la tosquedad.
La peli despide un aire de inocencia, con un fondo buenista que se disculpa por el estupendo mensaje que traslada.
Ya sé que tiene poco valor lo que voy a decir: a mí me emocionó.
Es sorprendente lo bien que ha envejecido esta película.
Es como si George Lucas conociera el elixir de la eterna juventud para los productos que dirige.
La peli se estrena en los setenta pero refleja la juventud de los sesenta.
Esta frase podría ser igual de verdad si se acabara de dar a conocer, cambiando setenta por 2018.
Lucas nos cuenta una noche en la vida de unos jóvenes en la ciudad de Modesto (California).
Es un relato auténtico y sincero de la juventud yanqui, a años luz de la española de la época.
Los chicos pasean en coche, acuden a bailar, toman comida rápida, salen de la ciudad para ocupar el asiento trasero, pelean, discuten… viven y se divierten.
Una sociedad del bienestar y del consumo. De muchachos guapos y bien nutridos.
Tal vez sea un relato amable, pero muy seductor.
Cuando la vi quise ser americano, conducir un coche grande, cenar hamburguesas y bailar Rock & Roll.
Una América luminosa y colorista que contrastaba con una España en blanco y negro, donde tener un 600 era el mayor de los lujos.
Otro aspecto interesante de esta peli es ver a unos jóvenes Richard Dreyfuss, Ron Howard o Harrison Ford.
Curioso que los actores masculinos hayan prosperado y en cambio las chicas (maravillosas) no hayan tenido una carrera tan brillante.
He visto esta peli con un placer inmenso, disfrutando con estos buenos muchachos.
Tal vez esta peli fue la que plantó en mí la semilla de mi admiración por la cultura norteamericana.
Destacar lo bien dirigida que está toda la filmación, con un montaje impecable, teniendo en cuenta la gran cantidad de planos que se desarrollan dentro de los vehículos.
Lo dicho un placer.
Se la dedico a mi amigo Julito, que hace mucho que no veo, que pasó temporadas en los USA y cuando vino me hablaba de los MacDonalds que pude ver por primera vez en París en 1980.