Esta semana con Mónica Gallo y Diego Gismero en los estudio de EsRadio Guadalajara hemos visitado el Cine Club Alcarreño, el Taller de Cine de Azuqueca de Henares (donde hemos saludado a Godard) y hemos terminado encontrándonos con El corredor del laberinto con tirón muscular y dolor abdominal.
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Programa semanal para radio y televisión dedicado al cine y a las series.
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Coordinado por José Luis Solano y con la presencia del productor y cinéfilo Diego Gismero y con la del crítico de cine Ramón Bernadó.
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Espacio grabado en Zoom para Alcarria TV y EsRadio Guadalajara.
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Se analizan las películas que son estrenadas en los Multicines Guadalajara y las series de todas las plataformas de streaming.
Esta semana hemos recibido y entrevistado en los Multicines Guadalajara a la talentosa y joven actriz y enfermera Iris Heredia que nos ha contado sus filias y sus fobias cinéfilas.
Gran fan de la Saga Harry Potter con la que ha crecido.
Suelo olvidar las películas malas, pero esta recuerdo que la vi a los 17 ó 18 años en un Cine Club de un colegio mayor, cuando empezaba medicina.
Desde entonces no había tenido interés en volverla a visitar.
Pero recordaba muchas cosas.
Como es lógico he oído hablar mucho de ella, porque es una película emblemática de la Nouvelle Vague y porque supuso un cambio en el uso del lenguaje cinematográfico.
Todo lo que conozco influye en mi valoración.
Verla en pantalla grande y en versión original ha sido un placer.
La peli incluye elementos muy diferentes que están combinados de manera curiosamente armónica.
Es la historia de un gánster de tercera Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo), un psicópata de medio pelo que fuma como un carretero. Aburrido de la vida, con un fondo existencialista. Asediado por la policía con una continua huida.
También es un documental de un verano de 1959 en París, con visita de Eisenhower incluida. Un retrato de los Campos Elíseos. Rodado al natural, con los viandantes mirando la grabación.
Es el retrato de los bajos fondos franceses, de delincuentes de baja estopa que malviven de pequeños delitos o estafas.
Pero también es la historia de un amor apasionado e inseguro en el que Patricia Franchini (Jean Seberg) se siente atraída por un chulillo, pero no termina de estar segura de sus propios sentimientos.
La entrevista a Jean-Pierre Melville como una crítica al creador cultureta que responde estupidamente a preguntas estúpidas, escena metida con calzador dentro de una trama que no va por ese camino.
Me impresionan elementos narrativos que siguen siendo muy modernos como:
La rotura de la cuarta pared de los dos protagonistas.
El plano cogote que ahora vuelve a estar de moda que nace de la necesidad de hacer producciones de bajo presupuesto como fue esta peli.
Los cortes en el mismo plano que resultan atrevidos, pero a mí personalmente me gustan.
Los fuera de campo eficaces, pero que hacen que la producción se abarate.
El rodaje casi en tiempo real de la escena en el piso de los dos enamorados con diálogos incoherentes que no siguen un racord convencional.
Ha habido muchos eruditos que han encontrado muchos más elementos de interés en esta peli casi experimental.
A mí me interesa esta manera de hacer cine. A pesar o gracias a sus “originalidades estilísticas” consigue contar una historia y retratar muy bien los personajes, creando una peli más que interesante.
Me gustó en 1976 y me ha vuelto a gustar en 2018.
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Mi puntuación: 7,53/10.
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Curiosidades:
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Según Jean-Pierre Melville, Godard le hizo una consulta durante la etapa de postproducción porque la primera edición era demasiado larga para la distribución.
Melville sugirió a Godard que eliminara todas las escenas que frenaran la acción (su propia intervención como novelista incluida).
Pero en lugar de excluir escenas enteras, Godard cortó pequeños fragmentos de aquí y allá.
Esto llevó a la técnica de “corte de salto” que introdujo esta película.
Melville declaró que el resultado fue excelente.
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El director Jean-Luc Godard empujó al director de fotografía en una silla de ruedas a través de muchas escenas de la película.
Copió la idea de Jean-Pierre Melville , que había utilizado la misma técnica de bajo presupuesto en Bob el jugador (1956) y Le silence de la mer (1949).
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Jean-Paul Belmondo quedó muy sorprendido por la cálida recepción que recibió la película.
Inmediatamente después de la producción, estaba convencido de que era tan mala que pensó que la película nunca sería proyectada en cines.
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Jean-Luc Godard no filmó la película sin un guión, a pesar de lo dicho.
Cada mañana escribía un guión de lo que se iba a filmar, que luego cambiaba sobre la marcha.
La idea general es de François Truffaut.
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Según Raoul Coutard, hubo muchas dificultades para obtener un permiso para rodar en las calles de París.
Se necesitaba un guión completo para obtener el permiso, por lo que Jean-Luc Godard hizo que un asistente escribiera un guión falso para una película que nunca se filmaría.
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Aparte del título de la película, el número de visa de distribución y la dedicatoria a Monogram Pictures, no hay otros créditos o títulos en esta película.
Todo el elenco y el equipo no están acreditados.
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Jean-Luc Godard y Raoul Coutard encontraron una forma de grabar por la noche sin iluminación adicional mediante el uso de películas de alta velocidad (400 ASA) destinadas a la fotografía fija.
Desarrollarlo en un baño químico especial duplicó la sensibilidad sin volverse demasiado granulado.
El uso de esa película, sin embargo, no hubiera sido posible con la mayoría de las cámaras de película porque los orificios de la película fotográfica son diferentes a los de la película.
Pero funcionó con las cámaras Cameflex que usaban en esta producción porque las garras de esas cámaras, que atraviesan la película, solo tocan el borde de la perforación en lugar de atravesarla, eliminando la necesidad de una coincidencia precisa.
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Un día, Jean-Luc Godard llamó a las 8 de la mañana para decir que estaba enfermo por comer algo en mal estado y que no podía trabajar.
Georges de Beauregard que hacía de productor se puso furioso.
El trastorno ocasionado era pequeño, porque solo intervenían unas seis o siete personas en la realización contando actores y equipo técnico.
Poco tiempo después, fue a tomar una copa y vio a Godard sentado en el mismo café desayunando.
Coutard cuenta que se metieron en una pelea a puñetazos y los periodistas de Paris Match tuvieron que separarlos.
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Después de haber hecho sus primeras películas en el sistema clásico de Hollywood, Jean Seberg se estremeció con los métodos de filmación de Jean-Luc Godard , y había mucha tensión entre ellos.
También se enfrentaron por su personaje y actuación, especialmente en la escena cerca del final cuando Patricia regresa al apartamento para decirle a Michel que le delatól a la policía.
De acuerdo con Raoul Coutard, ella y Godard estaban incontenible de furia en este punto.
Ella quería hacer la escena en un frenesí emocional, mientras que él la quería totalmente calmada y fresca.
Finalmente se rindió y filmó la escena a su manera, pero cuando llegó el momento de doblarla, se dio cuenta de que tenía razón, por lo que habló sus líneas con muy poca frecuencia, lo que no siempre coincide con sus expresiones en la pantalla.
Pierre Rissient dijo más tarde que no creía que Seberg supiera lo que estaba sucediendo durante toda la producción y no tenía idea de qué tipo de película sería, así que probablemente se sorprendió gratamente del producto final y del éxito que logró.
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El personaje de Michel Poiccard usa el nombre Laszlo Kovacs como un alias.
A menudo se supone erróneamente que fue un homenaje al director de fotografía del mismo nombre: la película se hizo mucho antes de que Kovacs se estableciera en la industria del cine.
En realidad, fue una referencia al personaje interpretado por Jean-Paul Belmondo en la peli de Claude ChabrolUna doble vida (1959), a principios de ese mismo año.
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Raoul Coutard, director de fotografía, dijo que debido a que tenía experiencia en fotoperiodismo, ya sabía cómo disparar de forma rápida y eficiente.
“No tenía reputación ni nada que perder. Quería ver qué pasaría”.
Aunque el método habitual era filmar el metraje con sonido sincronizado, Jean-Luc Godard llamaba a los actores por las líneas que quería que dijesen (por lo general, solo las escribía, por lo que nunca habían visto el diálogo antes del rodaje) y los repetiría.
Además, la cámara de mano que usaban era tan ruidosa que no había forma de grabar sonido en el acto.
Las líneas de diálogo fueron dobladas más tarde en post-producción.
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Jean-Luc Godard quería que Patricia revisara los bolsillos de Belmondo, pero Jean Seberg se negó a hacer la escena de esa manera.
En cambio, termina con un poco de diálogo cuya traducción todavía se discute a veces (con Patricia preguntando qué significa “desagradable” y que el detective le dice una versión diferente de lo que Michel probablemente pretendía) seguido de un primer plano icónico de ella hace el gesto de frotar los labios que Belmondo usa a lo largo de la película y luego se aleja de la cámara.
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En un momento dado, Patricia menciona que tiene miedo de envejecer.
En retrospectiva, este comentario es profundamente irónico ya que Jean Seberg se suicidó a la edad de 40 años.
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Aunque aparece como asesor técnico, Claude Chabrol dice que nunca estuvo en el set por un minuto.
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Al final de de la escapada (1960) fue proyectada alrededor del mismo tiempo que la peli de François TruffautLos 400 golpes (1959) y Alain Resnais Mon amour Hiroshima (1959), estableciendo así lo que llegó a ser conocido como el inicio de la nouvelle vague.
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La inspiración para la historia fue un artículo de periódico que leyó François Truffaut.
Se trataba de un delincuente de poca monta llamado Michel Portail y su novia estadounidense.
En 1952, Portail robó un automóvil para visitar a su madre enferma en Le Havre, en el norte de Francia, pero terminó matando a un policía de motocicletas.
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Jean-Luc Godard conoció a Jean Seberg a través de su entonces marido, el director François Moreuil, y pensó que sería alguien que podría darle un atractivo más comercial a la película, habiendo hecho apariciones de alto perfil en algunas producciones de Hollywood, pero que aún estaría dispuesta a trabajar en una función de bajo presupuesto ya que su carrera en Estados Unidos no estuvo a la altura de las expectativas iniciales.
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Según Pierre Rissient, todos los lugares y las horas de rodaje se decidieron por adelantado, a pesar de la falta de un guión.
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El cameo de Jean-Pierre Melville fue escrito originalmente para Roberto Rossellini.
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Para mantener la producción ligera y ágil, Jean-Luc Godard insistió en la iluminación natural y en que los actores no usaran maquillaje.
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Jean Seberg sentía en gran medida de la misma manera que Jean-Paul Belmondo que la película estaba increíblemente desorganizada y dudaba mucho sobre la viabilidad comercial de la película.
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El salario de Jean Seberg ocupaba la sexta parte del presupuesto de producción.
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El tratamiento del guión original provino de François Truffaut y Claude Chabrol, pero al final ninguno de los dos pudieron ponerse de acuerdo sobre la estructura correcta de la historia.
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Jean-Luc Godard estaba trabajando como agente de prensa en 20th Century Fox cuando conoció al productor Georges de Beauregard y le dijo que su última película era una mierda.
De Beauregard quedó impresionado con su franqueza al contratar a Godard para trabajar en el guión de su próxima película “Pecheur d’Islande“.
Después de seis semanas, Godard ya tenía suficiente guión y le sugirió a De Beauregard que debía hacer el Al final de la escapada.
Chabrol y Truffaut acordaron darle a Godard su tratamiento cinematográfico que fue debidamente transmitido a Beauregard bajo la condición de que se le permitiera a Godard dirigirlo (Truffaut y Chabrol se habían convertido en nombres consagrados en esta etapa).
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Mucho se habló en el momento del lanzamiento del uso innovador de los saltos de Jean-Luc Godard.
En realidad, esta fue una idea de último momento.
La película terminada duraba 30 minutos de más y en vez de cortar escenas específicas, Godard decidió cortar desde dentro de cada escena, creando así el estilo irregular de la película.
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Además del Michel Portail de la vida real, Jean-Luc Godard también basó el personaje principal en el guionista Paul Gégauff, quien era conocido como un seductor fanfarrón de mujeres.
Godard también recuerda varios personajes que había conocido anteriormente en su vida cuando vivía en Ginebra.
La película incluye un par de bromas: la joven vendiendo Cahiers du Cinéma en la calle (Godard había escrito para la revista).
Después de ver Stranger Things 2 decidimos dar un cambio radical y ver esta serie británica.
Unos días antes había visto un cartel inmenso cubriendo la fachada del edificio Torre España al final de la Gran Vía madrileña. Era publicidad de Netflix promocionando esta serie. Su tamaño me impresionó.
Se trata de un producto muy british. Correctísima ambientación, decorados al detalle, fotografía excelente, actores impecables… todo muy perfecto.
Cuenta los prolegómenos y el reinado de Queen Elizabeth II hasta 1962. Dos temporadas con 20 capítulos en total de casi una hora. Habrá tercera temporada.
Voy a dar dos visiones diferentes . La de un monárquico de toda la vida y la de un republicano de nacimiento. Son contradictorias y complementarias.
El monárquico:
Hay aspectos muy interesantes en esta serie inglesa.
La monarquía británica, como las del resto del mundo, se han visto turbadas por inmensas dificultades y por el cuestionamiento general supuestamente democrático.
Además la Reina Isabel Segunda tuvo que demostrar que podía ejercer de jefa del estado, “a pesar” de su juventud y de ser mujer.
La serie nos cuenta las dificultades que le van atacando durante su reinado. Por un lado los problemas familiares, que son muchos y diversos.
Por otro los políticos. Con dignatarios torpes, ancianos y enfermos.
La soledad del poder queda de manifiesto porque los apoyos que encuentra en su esposo y en sus colaboradores son ocasionales.
Su hermana, su madre y su tío en el exilio no le dejan de producir cefaleas tensionales.
Pero hay un aspecto básico que se plantea en la peli es el de la designación divina de la corona.
No es el pueblo ignorante e influenciable el que decide a su capricho al Jefe del estado, sino Dios que determina a través de la genética quien ocupara un cargo que no debe estar sujeto a los vaivenes de la política.
La Reina Isabel lo sabe y ocupa su puesti con esa dignidad que solo puede venir si detrás está la mano divina.
La presión del republicanismo obliga a esta monarquía a “adaptarse a los nuevos tiempos” consintiendo matrimonios morganáticos que ensucian la pureza de una sangre real y cesiones hacia el populacho que componen una “monarquía más moderna“.
La Reina tiene que lidiar con la falta de responsabilidad de su tío y de su hermana Margarita que no sabe el lugar que le corresponde ni la trascendencia histórica de sus acciones.
Tampoco ayuda Prince Philip, Duke of Edinburgh, un personaje trascendental en la serie que, a veces, supone una carga y no un apoyo para la reina.
Hay hechos que se exponen en la serie que deberían haber sido ocultados, porque en nada benefician a la Corona, como el pasado nazi de David, Duke of Windsor y su disipada vida al lado de una divorciada.
La serie me ha gustado, pero no es bueno que el pueblo reciba tanta información, la Monarquía ha de mantener su halo de misterio, para que sea venerada y respetada.
El republicano:
La serie retrata una monarquía que había salido victoriosa de la Segunda Guerra Mundial, por el apoyo norteamericano y por el frente ruso que supuso la derrota alemana.
La Reina Isabel tiene que ocupar más tiempo en solucionar los problemas familiares que los de estado.
Su figura es casi siempre decorativa e inútil en la política británica.
Hay algo de repugnante intelectualmente en esta institución.
Su principio es que el poder, la jefatura del estado de un país, son hereditarios. Hay una familia tocada por la mano divina que va a ser para siempre la que ostentará el poder, sin contar con la voluntad popular.
Eso se muestra bien en la serie que además nos explica como una educación apartada de la realidad, con tutores, consigue que una analfabeta funcional ostente la corona.
Difícil situación la de la Monarquía que se tiene que mantener en la defensa de las más tristes tradiciones y, al mismo tiempo, conseguir la necesaria actualización. Lo primero resulta imposible y lo segundo rompe la propia estructura de la monarquía.
Una institución así tiene sus códigos, estúpidos, pero imprescindibles, si los rompe fractura su propia esencia.
Pongo un ejemplo. Podemos decir que un rey se puede casar con quien quiera, que da igual que sea divorciada, pero si la monarquía incumple sus tradiciones, sus principios de evitar los matrimonios morganáticos, ¿qué le queda?. Se convierten en personas normales y eso aniquila la esencia de la propia monarquía. Si son simples mortales, deberán estar sujetos a la voluntad popular.
Muchas de estas cuestiones son planteadas, con acierto, en esta producción.
Un aspecto muy interesante de la serie es el pasado nazi del depuesto Rey Eduardo VIII del Reino Unido. No está mal dejar claras las cosas.
Una serie interesante en su complejidad que nos desvela secretos de la historia británica y cotilleos de la familia real.
Bellísima Vanessa Kirby interpretando a la Princesa Margarita.
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Cruel la infancia que padeció el Principe Carlos.
Estupendas las juergas del Duque de Edimburgo, menudos viajes de placer que se daba.
Increíble las imágenes de la reina madre viendo telebasura.
Impresionante la interpretación de John Lithgow haciendo de Winston Churchill.
Soberbia Claire Foy actuando de manera perfecta como Queen Elizabeth II.