Como obra cinematográfica es solo un producto de consumo, con bonitos planos bien fotografiados que podrían ser un vídeo promocional de viajes a Benidorm y de ropa del Zara.
Pero lo peor es su mensaje, tan dañino y tan ofensivo que resulta extremadamente irritante.
Sorprendente que en lugar de atraer a un público femenino no convoque manifestaciones de protesta.
En 2018 hemos vivido reivindicaciones feministas, que no olvidemos, que es considerar que los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos, solo eso y nada más. Algo a lo que ninguna persona cabal se puede oponer.
Con eso por delante nos encontramos con esta reivindicación del machismo y del dinero como calificación social.
Solo una pinceladas sobre las que la reflexión es tan obvia que resulta innecesaria.
Christian es el que deja conducir a Anastasia cuando él quiere, además cuando ella conduce le va indicando lo que debe hacer.
Chris entra en furia, incluso le lanza una toalla de malas maneras, cuando observa que su mujer está en tetas en la playa.
Si se porta mal la castiga con instrumentos sexuales.
Se pone celoso cuando la encuentra en una reunión de trabajo con un escritor.
Ana prospera en su empresa gracias a que Christian la compra.
Pero ella lo soporta todo por amor, o tal vez ¿por dinero?
Cuando Anastasia recuerda los felices momentos con su nuevo esposo su memoria se traslada a viajes en helicóptero o aviones privados a casoplones que le ha ragalado…
Machismo y materialismo. Mierda y caca.
Precisamente los valores contrarios que se deben defender si eres una buena persona o solo normalita.
Pero que Christian sea un hijo de puta machista se disculpa porque tuvo una infancia triste. Lo adoptaron unos ricachones que le han dado una vida de riqueza y lujo. Menuda tristeza. Bueno pues con ese ridículo y manido argumento se disculpa que le guste zurrar a las mujeres.
En el fondo de esta trilogía subyaye el mensaje obsceno que hemos escuchado en la boca de machirulos: “si es que les gusta“.
Lo asombroso es que el público femenino se acerque a este tipo de productos que degrada la condición femenina.
Por salvar algo libro de la quema la interpretación de Dakota Johnson que es lo único aceptable, aunque si tuviera dignidad se hubiera negado a colaborar con este mensaje.
Los Underwood siguen siendo igual de malos y calculadores, pero la trama resulta monótona.
Su lucha para aferrase al poder retorciendo la ley y la Constitución resulta patética.
Se nos introduce en los vericuetos complejos de la legislación americana, que no interesan y no importan.
Capítulo tras capítulo asistimos a un espectáculo deprimente.
Sus rivales al puesto de presidente no son mucho mejores personas que estos adictos al poder a toda costa.
En fin, muy a nuestro pesar, hemos decidido dejar de perder el tiempo y clausurar esta serie, que anteriores temporadas, nos ha hecho pasar momentos magníficos.
En esta tercera temporada ya tenemos instalado a Francis Underwood (Kevin Spacey) en la Casa Blanca.
Pero las cosas no vienen rodadas. Todo son complicaciones.
.
.
Por otro lado Doug Stamper (Michael Kelly) se recupera de la agresión que padeció en el último capítulo de la segunda temporada.
Para que os centréis éste es el lugarteniente de Underwood.
.
.
Dos mujeres se convierten en enemigas.
Por un lado la Congresista Jackie Sharp (Molly Parker).
.
.
Por otro la candidata Heather Dunbar (Elizabeth Marvel).
.
.
Las cosas se le complican cuando sus relaciones con su ambiciosa esposa Claire Underwood (Robin Wright), se deterioran.
Me resulta asombroso que un personaje tan repulsivo como el presidente Francis Underwood me resulte tan atractivo.
Francis es calculador, malvado, soberbio, sin escrúpulos, sin lealtad, sin barreras morales. Un auténtico psicópata de la política.
Su ambición es desmedida. Todo por el poder. Y cuando digo todo, es todo.
Robin Wright interpreta a la Primera Dama, que por cierto ejerce de directora de alguno de los episodios, es gélida como la Antártida. Me da un poco de miedo.
.
.
Curiosamente los discursos y los debates de los políticos que aparecen en la serie son muy interesantes y no aburren.
Posiblemente en esta serie no hay buenos. La bondad es una cualidad que escasea en la política norteamericana.
Es una serie soberbia. De diez.
Preparados para ver la cuarta temporada, pero antes vamos a retomar las series nórdica y nos disponemos a ver dos temporada de Bron (El puente).
Si la primera temporada me gustó, esta segunda me ha fascinado.
Francis Underwood y su bellísima esposa Claire Underwood son la personificación del mal, de la ambición, de la ausencia de moral y de ética.
Impresionantes Kevin Spacey y Robin Wright.
Sus rocambolescas y manipuladoras intrigas los llevan al triunfo máximo, haciendo buena la frase que pronuncia en el primer capítulo de esta temporada: “La democracia está sobrevalorada”.
En House of Cards se aprende mucho como funciona el Congreso norteamericano, donde cada congresista vota con independencia de su grupo parlamentario, cuestión impensable en España.
También se destapan escándalos de financiación ilegal, como en España.
Aquí es todo más chapucero con apuntes a lápiz en una libreta.
Ahí dimite el presidente, aquí…
Hay un fondo de crítica al sistema político norteamericano, donde individuos como Francis Underwood pueden prosperar.
La estructura de intriga política está magníficamente bien trazada de tal manera que te pide atención, pero te da mucho interés que casi se vuelve adictiva, o sin casi.
El final es apoteósico, con muchas subtramas abiertas.
Destacar que entre los directores de los diferentes capítulos hay realizadores muy destacados como David Fincher, James Foley, Joel Schumacher, Agnieszka Holland, Robin Wright (también protagonista de la serie) y la exniña prodigio Jodie Foster.
Es indudable que las series están viviendo una época dorada y que los grandes actores y directores se han volcado en este formato televisivo.
House of Cards es sin duda una de las mejores series de los últimos tiempos.
Dicen que es junto a The Wire es una de las series favoritas del presidente Obama. A mí me suena a postureo.
House of Cards es una serie política, pero funciona como un thriller de intriga puro y duro.
Si trasladáramos a Francis Underwood (Kevin Spacey) y a su calculadora esposa (Robin Wright), al mundo de la mafia podríamos hacer Los Soprano 2, sin problemas, pero mucho más sofisticado y retorcido.
Porque Maquiavelo era un ignorantico, un pipiolo comparado con el congresista Francis Underwood.
Este individuo es manipulador, deshonesto, calculador, ambicioso, déspota, desalmado, egocéntrico… ¿Podría decir que el político ideal?
Capaz de hundir hasta la muerte a quien le estorbe.
Si alguna vez este congresista te hace un favor, que quede claro que tendrás de devolvérselo. Me recuerda al Padrino, Don Vito, diciendo: “tal vez llegará un día en que necesite tu ayuda…”
House of Cards tiene mucho de drama shakesperiano. Todo dominado por la ambición y las ansias de poder.
La prensa tampoco sale muy bien parada. Cualquier cosa para conseguir una exclusiva.
Yo no me veo acostándome con Penélope Cruz para averiguar si va salir en la próxima peli de Almodóbar. Aunque pensándolo bien me debo a mis seguidores. Tendría que hacer un esfuerzo.
Volviendo a la serie.
Me ha fascinado, me subyuga. Aunque no consigo comprender que tiene de interés alcanzar el poder a costa de todo, incluida la dignidad.
Hemos empezado de tirón a ver la segunda temporada. No puedo evitarlo estoy enganchado.