A la progresía burguesa acomodada nos gusta ver este tipo de pelis reivindicativas, pero amables.
Este tipo de producciones sirven para calmar nuestras conciencias. Apoyándolas desde la butaca del cine o el sofá de nuestras casas producen la satisfacción interna de que somos buenas personas, alejadas del terrible racismo (dulcificado) que vemos en la pantalla.
La primera escena presentando ese cabaret me pareció desaprovechada. Peter Farrelly hubiera podido hacer un plano secuencia a lo Scorsese que me hubiera fascinado.
Este comentario me sirve para el resto de la peli. Muy bien rodada, con planos bien escogidos, pero sin elementos de autor o cinematográficos destacables. Con una realización limpia de manual.
Lo cual justifica que no haya sido nominada para los Oscar para mejor dirección.
La peli funciona (muy bien) por la contraposición de sus dos protagonistas.
Son personajes antitéticos que tienen que convivir y en una road movie de dos meses, donde aprenden el uno del otro.
Es un drama con elementos de comedia, lo que permite dulcificar situaciones bastante difíciles.
Hay una cuestión que me parece interesante y quiero mencionar.
Este afroamericano virtuoso del piano, Dr. Don Shirley, no encuentra donde situarse en la vida. No hay ningún grupo en el que pueda adaptarse. No va a ser aceptado entre las élites sociales blancas por su color de piel. Ni tampoco entre los negros por su condición social.
Los blancos del Sur profundo lo admiran, como objeto de feria, pero no lo respetan como a una persona. Él acepta esa circunstancia con resignación, viéndose incapaz de transformar esa realidad se adapta a ella.
Su actitud conformista le sirve para sobrevivir, pero así nunca cambiará las cosas.
Lo primero para transformar la sociedad es pensar que es posible.
Por otro ladoTony Lip ha aprendido a sobrevivir y sacar a su familia adelante. Él no es negro, pero es pobre. No se sabe lo que es peor.
Viggo Mortensen está inconmensurable y se merece el Oscar, con un papel muy potente, que sabe llevar a las mil maravillas. Además ha engordado, cuestión que les encanta a los académicos americanos.
La peli se ve muy bien. Es divertida, con mensaje positivo y buenista.
En el tramo final tuve que sacar los kleenex para secar las lágrimas que fluían de mis sensibles ojos.
Posiblemente se lleve el Oscar y así la Academia demostrará al mundo que es sensible a los problemas raciales y está a favor de los derechos civiles y todo el mundo contento.
Los Underwood siguen siendo igual de malos y calculadores, pero la trama resulta monótona.
Su lucha para aferrase al poder retorciendo la ley y la Constitución resulta patética.
Se nos introduce en los vericuetos complejos de la legislación americana, que no interesan y no importan.
Capítulo tras capítulo asistimos a un espectáculo deprimente.
Sus rivales al puesto de presidente no son mucho mejores personas que estos adictos al poder a toda costa.
En fin, muy a nuestro pesar, hemos decidido dejar de perder el tiempo y clausurar esta serie, que anteriores temporadas, nos ha hecho pasar momentos magníficos.
La biografía en tres capítulos de un niño y luego adolescente que sufre acoso escolar, con una madre toxicómana, cuyo único referente es un traficante y su compañera (la maravillosa Janelle Monáe) que le dan consuelo y cobijo ocasionalmente.
Cuando se hace mayor ha seguido los pasos de su protector y le va bien siendo “alguien” en las calles, pero el reencuentro con un amigo de la infancia le hace…
Esta historia intimista nos cuenta algo más que la vida de este chico.
Es el reflejo de la sociedad afroamericana (negra), donde los referentes de triunfo y de éxito son narcotraficantes del tres al cuarto que son respetados en sus barrios, pero no dejan de ser delincuentes.
Criarse en un barrio marginal es duro y salir de la pobreza y de la miseria moral difícil.
¡Qué se lo digan a Longshoreman, que además es homosexual y debilucho!.
Se reconoce al instante que es una peli milimétricamente calculada para obtener el favor del público y ser nominada a los Oscar.
Pero no me impide disfrutarla maravillosamente.
Se trata de una defensa de la inteligencia y de las mujeres negras, con el aditamento de la valoración del trabajo bien hecho.
Se mueve en el territorio de la comedia ligera, con un fondo de drama.
Los americanos tienen la gran virtud de transformar lo negativo en positivo.
Los años sesenta en los USA fueron años de carrera espacial, de derechos civiles y de cambios.
La peli nos ofrece las pequeñas (grandes) victorias de estas mujeres, sobresalientes en intelecto, que consiguieron aminorar, en cierta medida, el racismo en la NASA.
Estas tres protagonistas son encantadoras y sus actrices consiguen el difícil objetivo de la convicción.
Un producto bien diseñado, bien dirigido que cumple a la perfección con sus objetivos.
En esta tercera temporada ya tenemos instalado a Francis Underwood (Kevin Spacey) en la Casa Blanca.
Pero las cosas no vienen rodadas. Todo son complicaciones.
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Por otro lado Doug Stamper (Michael Kelly) se recupera de la agresión que padeció en el último capítulo de la segunda temporada.
Para que os centréis éste es el lugarteniente de Underwood.
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Dos mujeres se convierten en enemigas.
Por un lado la Congresista Jackie Sharp (Molly Parker).
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Por otro la candidata Heather Dunbar (Elizabeth Marvel).
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Las cosas se le complican cuando sus relaciones con su ambiciosa esposa Claire Underwood (Robin Wright), se deterioran.
Me resulta asombroso que un personaje tan repulsivo como el presidente Francis Underwood me resulte tan atractivo.
Francis es calculador, malvado, soberbio, sin escrúpulos, sin lealtad, sin barreras morales. Un auténtico psicópata de la política.
Su ambición es desmedida. Todo por el poder. Y cuando digo todo, es todo.
Robin Wright interpreta a la Primera Dama, que por cierto ejerce de directora de alguno de los episodios, es gélida como la Antártida. Me da un poco de miedo.
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Curiosamente los discursos y los debates de los políticos que aparecen en la serie son muy interesantes y no aburren.
Posiblemente en esta serie no hay buenos. La bondad es una cualidad que escasea en la política norteamericana.
Es una serie soberbia. De diez.
Preparados para ver la cuarta temporada, pero antes vamos a retomar las series nórdica y nos disponemos a ver dos temporada de Bron (El puente).
Y observo como mis calificaciones han ido empeorando progresivamente.
Del entusiasmo que me despertó la primera a la decepción de la tercera entrega.
Pues esta cuarta ha seguido la tónica esperada.
Los 137 minutos que dura se hacen interminables.
No hay originalidad, ni emoción, ni nada que pueda despertarme de la siesta que debería haber dormido en lugar de ver este bodrio.
Jennifer Lawrence sigue siendo la protagonista absoluta.
Sigue ejerciendo de sufridora con un debate ético sobre la guerra y las necesidades que se plantean.
Cuando se meten en las alcantarillas del Capitolio aparecen unos humanoides, al estilo zombi, pegajosos y feacos que dan ganas de gritar: “¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Me aburro!!!!!!!!!”.
Ya parecen imprescindibles estos personajes en estas pelis juveniles.
Me resulta insoportable Peeta Mellark. Ya sé que no está bien desearle mal a nadie, pero es que me cae tan gordo.
Ni siquiera los escenarios y los efectos especiales me han gustado. Todo parece muy artificioso.
El final es absolutamente delecnable, emético…
Pero lo que más le reprocho es que sea un coñazo, muy coñazo.
Triste colofón a una saga que empezó bien y termina fatal.
Si la primera temporada me gustó, esta segunda me ha fascinado.
Francis Underwood y su bellísima esposa Claire Underwood son la personificación del mal, de la ambición, de la ausencia de moral y de ética.
Impresionantes Kevin Spacey y Robin Wright.
Sus rocambolescas y manipuladoras intrigas los llevan al triunfo máximo, haciendo buena la frase que pronuncia en el primer capítulo de esta temporada: “La democracia está sobrevalorada”.
En House of Cards se aprende mucho como funciona el Congreso norteamericano, donde cada congresista vota con independencia de su grupo parlamentario, cuestión impensable en España.
También se destapan escándalos de financiación ilegal, como en España.
Aquí es todo más chapucero con apuntes a lápiz en una libreta.
Ahí dimite el presidente, aquí…
Hay un fondo de crítica al sistema político norteamericano, donde individuos como Francis Underwood pueden prosperar.
La estructura de intriga política está magníficamente bien trazada de tal manera que te pide atención, pero te da mucho interés que casi se vuelve adictiva, o sin casi.
El final es apoteósico, con muchas subtramas abiertas.
Destacar que entre los directores de los diferentes capítulos hay realizadores muy destacados como David Fincher, James Foley, Joel Schumacher, Agnieszka Holland, Robin Wright (también protagonista de la serie) y la exniña prodigio Jodie Foster.
Es indudable que las series están viviendo una época dorada y que los grandes actores y directores se han volcado en este formato televisivo.
House of Cards es sin duda una de las mejores series de los últimos tiempos.
Dicen que es junto a The Wire es una de las series favoritas del presidente Obama. A mí me suena a postureo.
House of Cards es una serie política, pero funciona como un thriller de intriga puro y duro.
Si trasladáramos a Francis Underwood (Kevin Spacey) y a su calculadora esposa (Robin Wright), al mundo de la mafia podríamos hacer Los Soprano 2, sin problemas, pero mucho más sofisticado y retorcido.
Porque Maquiavelo era un ignorantico, un pipiolo comparado con el congresista Francis Underwood.
Este individuo es manipulador, deshonesto, calculador, ambicioso, déspota, desalmado, egocéntrico… ¿Podría decir que el político ideal?
Capaz de hundir hasta la muerte a quien le estorbe.
Si alguna vez este congresista te hace un favor, que quede claro que tendrás de devolvérselo. Me recuerda al Padrino, Don Vito, diciendo: “tal vez llegará un día en que necesite tu ayuda…”
House of Cards tiene mucho de drama shakesperiano. Todo dominado por la ambición y las ansias de poder.
La prensa tampoco sale muy bien parada. Cualquier cosa para conseguir una exclusiva.
Yo no me veo acostándome con Penélope Cruz para averiguar si va salir en la próxima peli de Almodóbar. Aunque pensándolo bien me debo a mis seguidores. Tendría que hacer un esfuerzo.
Volviendo a la serie.
Me ha fascinado, me subyuga. Aunque no consigo comprender que tiene de interés alcanzar el poder a costa de todo, incluida la dignidad.
Hemos empezado de tirón a ver la segunda temporada. No puedo evitarlo estoy enganchado.
Casi toda la peli se basa en el conflicto personal de Katniss Everdeen y su afán de defender y salvar a su enamorado Peeta Mellark.
La peli rebosa de diálogos, como si hubiera que estar explicando sentimientos y acciones a un espectador que se aburre con tanto blablablá.
Interesante el planteamiento de esa guerra entre la Dictadura del Presidente Snow y los rebeldes.
Hay un frente bélico en el que el Gobierno tiene todas las de ganar, dominando el espacio aéreo y la fuerza militar.
Pero en la propaganda los insurgentes cuentan con la baza de los cabreos de Katniss Everdeen que dan bien en cámara y con el dominio de las comunicaciones.
En la segunda parte veremos quien sale triunfador.
Hay momentos bochornosos que se han repetido mil veces. La niña que se olvida el gatito y casi no pueden llegar al búnker. Me gustaría que en alguna peli no consiguieran salvarse por culpa del felino y perecieran, sería más educativo.
La peli pasa sin pena ni gloria, se mueve entre el tedio y la indiferencia. Aburre ver padecer a una Jennifer Lawrence que ya me está resultando cargantica.
Ella y su novio en la ficción (Peeta Mellark) me dan igual, como si se los carga el malvado Snow. Francamente, querida, me importa un bledo.
No hace mucho pudimos ver la anterior peli de este director Blue Valentine, alabada por la crítica pero que a un servidor no me terminó de convencer.
Cruce de caminos es el título en España. En su origen es “The Place Beyond the Pines” que traducido sería algo así como “Más allá de los pinos“. Tal vez en castellano (por esta vez) sea mejor.
Las vidas de dos familias de diferente estatus social se cruzan y eso marca la vida de sus descendientes.
Un suceso (que no voy a relatar) permite que uno de sus protagonistas ascienda y otro… (mis labios están sellados).
Hay dos grandes aspectos positivos en esta peli. Uno la historia. Un guión sólido, que no pierde el interés, lleno de matices de sentimientos. Triste, desolador, entretenido.
El otro aspecto de interés son los actores.
Ryan Gosling, comedido, da una lección de cómo con poco ofrecer mucho al espectador.
Bradley Cooper que demuestra que no solo es un guaperas. No tan brillante como Gosling pero sí eficaz.
Eva Mendes maravillosa con una interpretación conmovedora. En su cara después de los 15 años, que trascurren en la historia, se refleja la mala vida que ha llevado. En su rostro atormentado se ve con nitidez el trabajo y el sacrificio que le ha supuesto sacar a su hijo a delante. Pero a pesar de todo sigue siendo bella, esa belleza que nace del espíritu. Ya sé que es prematuro pero yo veo calidad sobrada en su interpretación para merecer el oscar.
A pesar de las dos horas y veinte minutos de duración la historia no desfallece.
Lo peor es la forma de filmar de su director, Derek Cianfrance, que, para parecer original, abusa de los primeros planos en ocasiones con desenfoque. Aunque reconozco que las escenas de persecuciones las rueda con energía.