Los Underwood siguen siendo igual de malos y calculadores, pero la trama resulta monótona.
Su lucha para aferrase al poder retorciendo la ley y la Constitución resulta patética.
Se nos introduce en los vericuetos complejos de la legislación americana, que no interesan y no importan.
Capítulo tras capítulo asistimos a un espectáculo deprimente.
Sus rivales al puesto de presidente no son mucho mejores personas que estos adictos al poder a toda costa.
En fin, muy a nuestro pesar, hemos decidido dejar de perder el tiempo y clausurar esta serie, que anteriores temporadas, nos ha hecho pasar momentos magníficos.
En esta tercera temporada ya tenemos instalado a Francis Underwood (Kevin Spacey) en la Casa Blanca.
Pero las cosas no vienen rodadas. Todo son complicaciones.
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Por otro lado Doug Stamper (Michael Kelly) se recupera de la agresión que padeció en el último capítulo de la segunda temporada.
Para que os centréis éste es el lugarteniente de Underwood.
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Dos mujeres se convierten en enemigas.
Por un lado la Congresista Jackie Sharp (Molly Parker).
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Por otro la candidata Heather Dunbar (Elizabeth Marvel).
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Las cosas se le complican cuando sus relaciones con su ambiciosa esposa Claire Underwood (Robin Wright), se deterioran.
Me resulta asombroso que un personaje tan repulsivo como el presidente Francis Underwood me resulte tan atractivo.
Francis es calculador, malvado, soberbio, sin escrúpulos, sin lealtad, sin barreras morales. Un auténtico psicópata de la política.
Su ambición es desmedida. Todo por el poder. Y cuando digo todo, es todo.
Robin Wright interpreta a la Primera Dama, que por cierto ejerce de directora de alguno de los episodios, es gélida como la Antártida. Me da un poco de miedo.
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Curiosamente los discursos y los debates de los políticos que aparecen en la serie son muy interesantes y no aburren.
Posiblemente en esta serie no hay buenos. La bondad es una cualidad que escasea en la política norteamericana.
Es una serie soberbia. De diez.
Preparados para ver la cuarta temporada, pero antes vamos a retomar las series nórdica y nos disponemos a ver dos temporada de Bron (El puente).
La septuagésimo segunda edición del Festival de Venecia fue inaugurada con esta película.
Se supone que es un relato épico y, en consecuencia, debe emocionar.
A mí me ha dejado frío (podría parecer un chiste, porque a esas alturas en la montaña hace mucho fresquet, pero no lo es).
La presentación de los personajes es bastante torpe y no llegué a empatizar con ninguno.
La peli nos plantea la ascensión al Everest como una excursión organizada (todo incluido). Pagas 65.000 dólares y te suben al techo del mundo.
Hay cuerdas para irte sujetando, botellas de oxígeno para que no te falte el aliento y unos guías que intentan dar un tono épico al viajecito que ha costado una pasta.
Los sherpas suben las sillas a los diferentes campamentos, las tiendas, las bombonas, colocan las cuerdas y a pulmón libre. Estos son los que tienen mérito.
Pero en esta ocasión la climatología, la mala organización y la escasa forma física de algunos excursionistas se aliaron para que se produjera un desastre.
Con todo lo dicho la épica ha quedado en las intenciones.
Además los personajes al estar mal presentados te importan poca cosa.
Cuando ya estamos sumergidos en la tragedia, la narración se vuelve muy confusa. La nieve y la oscuridad te impide situarte y todos los montañeros van bien tapados y con máscara, con lo cual no sabemos quien es quien.
El desastre llega también a la película.
Hay buenas imágenes, planos aéreos preciosos, pero la historia, los personajes y el desarrollo resultan poco atractivos.
No pasa de entretenidilla.
Parece mentira que un Festival como el de Venecia, que presume ser de autor, comience tan penosamente.
Si la primera temporada me gustó, esta segunda me ha fascinado.
Francis Underwood y su bellísima esposa Claire Underwood son la personificación del mal, de la ambición, de la ausencia de moral y de ética.
Impresionantes Kevin Spacey y Robin Wright.
Sus rocambolescas y manipuladoras intrigas los llevan al triunfo máximo, haciendo buena la frase que pronuncia en el primer capítulo de esta temporada: “La democracia está sobrevalorada”.
En House of Cards se aprende mucho como funciona el Congreso norteamericano, donde cada congresista vota con independencia de su grupo parlamentario, cuestión impensable en España.
También se destapan escándalos de financiación ilegal, como en España.
Aquí es todo más chapucero con apuntes a lápiz en una libreta.
Ahí dimite el presidente, aquí…
Hay un fondo de crítica al sistema político norteamericano, donde individuos como Francis Underwood pueden prosperar.
La estructura de intriga política está magníficamente bien trazada de tal manera que te pide atención, pero te da mucho interés que casi se vuelve adictiva, o sin casi.
El final es apoteósico, con muchas subtramas abiertas.
Destacar que entre los directores de los diferentes capítulos hay realizadores muy destacados como David Fincher, James Foley, Joel Schumacher, Agnieszka Holland, Robin Wright (también protagonista de la serie) y la exniña prodigio Jodie Foster.
Es indudable que las series están viviendo una época dorada y que los grandes actores y directores se han volcado en este formato televisivo.
House of Cards es sin duda una de las mejores series de los últimos tiempos.
Dicen que es junto a The Wire es una de las series favoritas del presidente Obama. A mí me suena a postureo.
House of Cards es una serie política, pero funciona como un thriller de intriga puro y duro.
Si trasladáramos a Francis Underwood (Kevin Spacey) y a su calculadora esposa (Robin Wright), al mundo de la mafia podríamos hacer Los Soprano 2, sin problemas, pero mucho más sofisticado y retorcido.
Porque Maquiavelo era un ignorantico, un pipiolo comparado con el congresista Francis Underwood.
Este individuo es manipulador, deshonesto, calculador, ambicioso, déspota, desalmado, egocéntrico… ¿Podría decir que el político ideal?
Capaz de hundir hasta la muerte a quien le estorbe.
Si alguna vez este congresista te hace un favor, que quede claro que tendrás de devolvérselo. Me recuerda al Padrino, Don Vito, diciendo: “tal vez llegará un día en que necesite tu ayuda…”
House of Cards tiene mucho de drama shakesperiano. Todo dominado por la ambición y las ansias de poder.
La prensa tampoco sale muy bien parada. Cualquier cosa para conseguir una exclusiva.
Yo no me veo acostándome con Penélope Cruz para averiguar si va salir en la próxima peli de Almodóbar. Aunque pensándolo bien me debo a mis seguidores. Tendría que hacer un esfuerzo.
Volviendo a la serie.
Me ha fascinado, me subyuga. Aunque no consigo comprender que tiene de interés alcanzar el poder a costa de todo, incluida la dignidad.
Hemos empezado de tirón a ver la segunda temporada. No puedo evitarlo estoy enganchado.
Vemos en el sofá de casa esta peli con Fer y Adrián.
Ya ha dejado de ser original la realización de una peli como si fuera un vídeo casero. Pero aquí consigue meterte bien en la historia.
Pocas veces se nos ha explicado como los superhéroes van aprendiendo a manejar sus poderes.
Tres chicos, por obra y gracia de la casualidad o del destino, se convierten en superhéroes. Son los tres muy diferentes. Como todo el mundo sabe un gran poder exige una gran responsabilidad. De eso precisamente habla Chronicle.
De peli de instituto a cine de ciencia ficción. Esa es la mutación que sufre la historia.
Al igual que los personajes que de ser estereotipos con alma en ese universo que son los institutos americanos pasan al mundo de los personajes de ficción.
A mí siempre me ha gustado pensar que por ser pobre o marginado un individuo además tiene que ser buena persona.
Hace muchos años oí en la radio una entrevista a un miembro de una ONG que había sido agredido salvajemente, que declaraba que ser necesitado no garantiza que se sea buena gente. Él ayudaba simplemente porque lo necesitaban. Eso me impresionó.
En Chronicle el muchacho marginado, inadaptado escoge el camino del mal (el reverso tenebroso de la Fuerza). En cierto modo lo comprendemos. Su vida ha sido muy dura y su padre un cabrón de tomo y lomo. Y lo peor, cuando consigue ligar, va y vomita encima de la chica (muy cariñosona ella).
Esta producción de tan solo doce millones de dólares consigue entretener y da motivos para la reflexión. Su desarrollo es brillante. Su final, un desmadre absoluto, sorprende y es la cumbre que corresponde a su evolución.
Actores desconocidos que hace bien sus papales. Maravillosa la jovencita Ashley Hinshaw, que hasta ahora ha intervenido más en series de televisión.
Si veo en el cartel de una peli los nombres de Michael Caine y Morgan Freeman supongo que es una buena peli. Cualquier cosa en la que intervengan estos dos veteranos se espera que tenga calidad.
Ahora me ves es una peli hecha como una receta de cocina. Metes en una cazuela grande actores solventes de reconocido prestigio, otros más jóvenes de moda, una chica con minifalda, un romance entre un americano y una francesita, alguna peleíta, una persecución en coche, y (el secreto de esta receta para hacerla diferente) una trama de magia con prestidigitadores justicieros de por medio. Seis semanas de rodaje con muchos efectos especiales y una cámara ágil. Y ya está: peli rematada.
Había visto el trailer y me había seducido. Tal vez las piernas de Isla Fisher.
La presentación de los personajes es simplista pero efectista y el discurrir es un absurdo total desquiciante por su inverosimilitud por su falta de coherencia.
Pensé: Esto es cuestión de dejarse llevar y no plantearse demasiadas cuestiones básicas. Intentar disfrutar.
Pero me resultó imposible. El guión ofende la inteligencia. Solo la abstracción absoluta del sentido común y de la lógica pueden hacer digerible este plato.
La química entre Mark Ruffalo y la parisina Mélanie Laurent no es nula es negativa y hacen ese romance emético.
La sorpresa final (que yo esperaba) es tan descacharrante como absurda. Volví a pensar: ¿Se están burlando del espectador? ¿Me están tomando el pelo?
Solo el vil metal ha podido convencer a los actores en intervenir en un proyecto así.
Es insultante como Hollywood pretende colocar este engendro a los espectadores de todo el mundo, suponiendo que se van a tragar cualquier cosa.
Christopher Nolan como productor y guionista y Zack Snyder como director unen sus fuerzas para levantar esta megaproducción, con un presupuesto de 225 millones de dólares. Posiblemente los dos estén sobrevalorados, aunque confieso que algunas de sus pelis me han parecido más que interesantes.
En 1978 Richard Donner nos ofreció un Superman con cierta ingenuidad, discretamente entretenido. Recuerdo bien que la vi en el Cine Palafox en Zaragoza con mis padres y mis hermanas, entonces era un gran cine y no un multisalas.
El hombre de acero de 2013 pretende ser una revisión del superhéroe dando peso a su faceta de extraterrestre. Ya no es un humano de origen kriptoniano. Aquí es un kriptoniano que ha crecido en la tierra.
La mejor parte es cuando pretende pasar desapercibido entre los terrícolas. El conflicto personal de tratar de ocultar sus poderes como le indicó su padre tiene interés.
A mí todo el rollo de Krypton y de sus líos de decadencia no me impresionan para nada.
El tercio final de la peli se convierte en una orgía de destrucción. El problema es que cuando ves la demolición de cien edificios que sean veinte más o menos te da igual. Me llegué a saturar de esas peleitas entre Kal-El y el General Zod con rotura de decorados añadida. Bostecé varias veces, se me hizo muy tedioso.
Insoportable la interpretación de Ayelet Zurer (Lara Lor-Van, la madre kriptoniana) que no deja de llorar.
Del protagonista Henry Cavill, mejor no comento. No quiero ser destroyer.
La dirección de Snyder me parece pretenciosa, sus continuos primeros planos y desenfoques no consiguieron más que confundirme.
En los USA este Hombre de acero se ha vendido como una representación de la vida de Cristo. No es broma. La productora Warner Bros. para ganar audiencia entre los cristianos la ha promocionado desde la perspectiva de la vida de Jesús aprovechando los numerosos paralelismos entre las dos historias y al parecer ha tenido éxito con esta campaña promocional.
¿Dónde está el sentido del humor? ¿Dónde los calzoncillos? ¿Dónde está la música de John Williams? ¿Dónde está Superman?
Destino oculto es una mezcla de ciencia ficción, historia de amor y película de políticos (suponiendo que ese género exista).
Un candidato al Senado y una bailarina se conocen, se enamoran pero unos personajes no humanos intentan evitar que sigan juntos porque hay un plan establecido para ellos que se vería truncado con su relación.
Estos personajes que visten de negro y llevan sombrero son una mezcla de agentes del FBI y ángeles, que hacen su trabajo estilo funcionario.
La peli me mantuvo atento con buenos efectos especiales, los cambios de decorado al pasar las puertas son espectaculares, pero lo que más me gustó es la historia de amor.
El amor entre un guapetón Matt Damon y una estupenda Emily Blunt, que luchan contra viento y marea para estar juntos. Tomé partido desde el principio por la pareja que tiene muy buena química. Matt Damon da el tipo de chico norteamericano bien nutrido y bonachón y Emily Blunt es bella y estilizada.
Se desarrolla en Nueva York pero no en la ciudad de postal sino en calles normales menos turísticas pero más reales.
Muchas veces me dicen que me gustan casi todas las pelis y es verdad. Pues ésta también me ha gustado.
Recomendable para románticos empedernidos y para amantes de la acción.
Esta película está basada en los sucesos reales que padeció la agente de la CIAValerie Plame.
No os desvelaré el argumento porque a mi sobrijo Adrián no le gusta. Sí os diré que Caza a la espía es una mezcla de thriller político y drama familiar y no es una película de acción.
Su director, Doug Liman, se había dedicado a eso, realizando la saga Bourne y otras pelis del género de acción.
Aquí cambia de registro y realiza una película impregnada de realismo, intercalando imágenes reales, sobre todo de George W. Bush haciendo declaraciones televisivas y usando la cámara al hombro y apoyándose también en la actuación de dos colosos de la interpretación.
El título de la peli me parece poco adecuado pero su título en inglés tampoco es mucho mejor (Fair Game).
La película es muy interesante e ilustrativa. Estamos viendo en los últimos meses grandes películas sobre la Guerra de Irak que nos dan una idea del conflicto desde diferentes puntos de vista. Esta peli nos habla de las mentiras sobre las armas de destrucción masiva.
Gran parte de la calidad de esta película se debe a la inconmensurable interpretación de Naomi Watts y del gran Sean Penn.
Su actuación es tan emotiva que llega a conmover.
Hay una escena en que la pareja discuten en la cocina que es absolutamente magnífica. Falta mucho para los Oscars pero espero que la Academia tenga en cuenta estas actuaciones.
En definitiva una gran película. Muy ilustrativa, conmovedora, interesante… imprescindible.