Ruben Östlund | Suecia, Dinamarca | 2017 | 142 min. V.O. en inglés y sueco subtitulada en español e inglés.
Östlund (Giraldillo de Oro por Fuerza mayor), se llevó la Palma de Oro en Cannes por The Square, sátira del mundo del arte que cuestiona lo políticamente correcto. Christian, bienpensante director de una galería, está a punto de inaugurar la exposición The Square, que incide sobre nobles valores. Cuando la campaña de la exposición va a empezar le roban el móvil, lo que desencadena en él reacciones que le pondrán en evidencia. Precandidata por Suecia al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, con Elizabeth Moss (The Handmaid’s Tale, Mad Men) y Dominic West (The Wire).
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Dirección: Ruben Östlund
Guion: Ruben Östlund
Fotografía: Fredrik Wenzel
Montaje: Ruben Östlund, Jacob Secher Schulsinger
Sonido: Andreas Franck, Andreas Franck, Ben Holm
Intérpretes: Claes Bang, Elisabeth Moss, Dominic West, Terry Notary, Christopher Læssø
Producción: Erik Hemmendorff, Philippe Bober
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Estamos ante una peli galardonada en Cannes de 142 minutos.
Se trata de una comedia-sátira-drama que se ríe del arte actual.
Habla también de la insensibilidad social, del individualismo y de la falta de solidaridad.
Pero también trata de los prejuicios sociales y económicos.
Así mismo se mofa de los publicistas y del (falso) valor de ser viral en las redes sociales.
Que un vídeo en YouTube tenga miles de visitas no quiere decir que sea mejor.
Tiene momentso tiernos y otros francamente cómicos.
En su conjunto resulta muy divertida.
A pesar que no deja títere con cabeza mantiene una estructura narrativa coherente y creíble, sin que se acerque al esperpento.
Se ha vuelto más cruel, más insensible y más digital.
El dinero no cumple el viejo axioma que se aplica a la energía. Eso que ni se crea, ni se destruye, solo se transforma.
El vil metal se genera y se esfuma y lo vemos todos los días en la bolsa.
Algo que valía mil, al final del día vale 1050 ó 935.
En este juego perverso del capitalismo jugamos todos.
Todos tenemos acciones, fondos de inversión, planes de pensiones, cuentas corrientes, hipotecas o viviendas adquiridas.
Todos queremos hacernos ricos, o menos pobres dando un pelotazo.
(No conozco a nadie de esos del pelotazo. Esos solo los dan los ricos).
Vivimos también en una cultura de la avaricia.
Queremos tener más y nos olvidamos de vivir mejor.
Los muy ricos quieren hacerse con más dinero y se vuelven insaciables.
Nunca he entendido esa avaricia tan patológica.
Por ejemplo, el señor éste dueño de Zara.
Tiene dinero a espuertas y deslocaliza en países del sudeste asiático para ganar más.
Quédate en tu país crea puestos de trabajo y ayuda a la economía española.
Ganas menos, pero eres un tío horado y benefactor.
Si ya tienes un dineral, ¿para qué quieres más pasta?
No comprendo la avaricia de los que crean cuentas en Panamá o sabe Dios, para eludir pagar impuestos aquí.
Pero si Hacienda se queda un porcentaje de lo que ganas. Solo de lo que ganas.
Vale la pena el oprobio y la vergüenza por unos cientos de miles más o menos.
No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.
Respeto profundamente al que trabaja poco, solo para subsistir y disfrutar de la vida con lo que tiene.
Jodie Foster intenta hablar de estas cuestiones en esta peli.
Aunque ella, (tal vez) no lo sepa, consigue que no me caiga bien ninguno de los personajes.
George Clooney interpreta a una especie de showman televisivo, gurú de las finanzas que como todos los economistas nunca acierta.
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No hace periodismo, hace divertimento barato del de Tele 5.
Le importan las audiencias y su cuenta corriente.
Julia Roberts es la directora del programa Money Monster, telebasura. Lo sabe, pero sigue en ello.
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La ética, la profesionalidad son secundarios ante el dinero.
Jack O’Connell interpreta al tonto que se ha dejado influir por los consejos de un programa de eme y cuando pierde dinero quiere encontrar un responsable.
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Es cierto que lo han engañado, pero se ha dejado engañar.
Él se considera un fracasado y su novia embarazada se lo deja bien claro.
Tal vez creía en el “sueño americano”.
Quería hacerse rico.
No aprecia lo que tiene.
Su novia es estupenda, va a ser padre, tiene salud, pero no es rico.
Es capaz de amenazar con la muerte y la destrucción de una bomba porque no es rico.
Tampoco me puede caer bien.
No deja de ser un miserable.
Aunque Jodie Foster se empeñe en presentárnoslo como una víctima solo se mueve por el dinero.
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Ni todo el dinero del mundo vale lo que una vida humana.
Dominic West interpreta al empresario fraudulento y avaricioso.
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La directora nos introduce una trama rocambolesca de huelgas en minas de platino de Sudáfrica que no tiene ni pies ni cabeza, al final de la peli.
Porque está empeñada en hacer una peli de denuncia social que sea atractiva al espectador para lo que se ve obligada a introducir elementos de thriller.
El grave problema, su grave problema, es que no tiene claro lo que quiere denunciar.
Compone un producto supuestamente seductor.
Musiquilla que te invita a sentir emociones según la escena, montaje trepidante, fotografía saturada, trucos de guión, secundarios molones, escenas de sexo gratuitas…
Jodie has hecho un producto capitalista para que la gente vayamos al cine nos tomemos un litro de Coca-Cola y un bolsón de palomitas y nos sintamos por unos segundos confraternizados con un puto terrorista porque le han timado en bolsa.
¡Estás contenta acabas de contribuir al capitalismo y encima te crees mejor que muchos porque has hecho algo que puede parecer denuncia social!
Dicho todo esto, la peli es entretenida.
Un señor, una fila delante de mí, cuando llevábamos cinco minutos de peli, abrió su tablet y se puso a jugar al Sim City.
No es broma. Me desconcertó. Me cambié de sitio. Me distraía demasiado.
Si algo hemos aprendido a lo largo de todos los episodios de The Wire es que nadie es bueno o malo íntegramente.
Esta quinta temporada está dedicada a la Mentira.
Porque esta cualidad está instalada en la ciudad de Baltimore como paradigma de la sociedad norteamericana.
Cuando se habla de verdad y mentira no se puede olvidar a la prensa.
David Simon nos enseña como es la redacción de un periódico y nos enfrenta dos tipos de periodismo.
Uno en el que se defiende ese viejo dicho de: “no dejes que la verdad estropee una buena noticia“.
Y otro basado en la rigurosidad del relato, en la comprobación de los hechos.
El objetivo es vender periódicos. ¿Está justificado todo para obtener este fin?
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Esta misma pregunta nos la podemos hacer cuando los detectives James ‘Jimmy’ McNulty y Lester Freamon deciden inventarse un asesino en serie para conseguir fondos para detener a Marlo “Black” Stanfield el asesino de las Casas Vacías.
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Mientras la vida y la muerte se sucede en las esquinas de la ciudad.
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Omar Little continua su peculiar cruzada contra los narcos.
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Bubbles lucha por rehabilitarse y olvidar su pasado.
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El Alcalde Carcetti deja atrás sus sueños de honradez. Todo vale para llegar a Gobernador del Estado.
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El Senador Clayton Davis, paradogma del político corrupto, sale indemne de las acusaciones echando mano de todo el asqueroso populismo que se pueda imaginar.
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Podríamos hablar también de los trapicheos de jueces y abogados, en un todo vale para prosperar.
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La vida continua en Baltimore, en los USA y posiblemente en el mundo impregnada de mentira.
Sigo con Elena, en el salón de mi casa, esta serie.
Conforme avanza se va convirtiendo en diseccionadora de la realidad norteamericana.
En esta temporada nos muestra nuevos escenarios y los ya conocidos.
Las calles de Baltimore siguen siendo protagonistas con sus “esquinas” donde se vende y compra la droga y donde la vida no vale nada.
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A la policía se le acumulan los cadáveres en las calles de la ciudad y en las casas abandonadas con muy escasos resultados prácticos.
La Brigada de crímenes especiales se disuelve y cada uno de sus componentes ocupa puestos diferentes.
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El detective James ‘Jimmy’ McNulty parece que encuentra la armonía en su vida patrullando por las calles y con su pareja (la maravillosa oficial Beatrice ‘Beadie’ Russell interpretada por Amy Ryan).
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En esta temporada ocupan un lugar importante las escuelas de la ciudad y la experiencia de inserción que realiza el expolicía Ervin H. Burrell.
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Un personaje que cobra protagonismo es el indigente Reginald ‘Bubbles’ Cousins.
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El otro gran escenario es el de la política municipal con el Concejal Thomas ‘Tommy’ Carcetti, interpretado por Aidan Gillen (Meñique en Juego de tronos).
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Estos escenarios que se nos presentan componen un fresco realista y macabro de la sociedad norteamericana.
La dura realidad alejada de la gente guapa y de los barrios residenciales de Mujeres Desesperadas o del glamour neoyorkino de Sexo en Nueva York.
El desarrollo de la trama tiene varios escenarios.
Las calles de Baltimore con los personajes ya conocidos, Avon Barksdale y Russell ‘Stringer’ Bell, y otros que van ocupando más protagonismo como el malvado Marlo Stanfield.
Ocupa un lugar destacado el ladrón de narcotraficantes Omar Little. Un personaje que venero.
Por otro lado la Brigada de homicidios de la ciudad y la Unidad de Crímenes especiales donde se realizan las escuchas.
Pero en esta temporada irrumpe con fuerza la cúspide de la policía de Baltimore y el Comandante Howard ‘Bunny’ Colvin con su experiencia de apartar de las esquinas habitadas el tráfico de drogas.
Otro nuevo escenario es el de los políticos con su alcalde corrupto y el concejal Thomas ‘Tommy’ Carcetti, interpretado por Aidan Gillen, el maquiavélico Meñique de Juego de tronos.
El Detective James ‘Jimmy’ McNulty sigue operando por libre y sumergiéndose en una espiral autodestructiva de alcohol y desobediencia, aunque al final parece encontrar el camino.
Los personajes ya conocidos se entremezclan entre los nuevos, todos bien definidos y bien dibujados, exigiendo un esfuerzo al espectador que si lo realiza no se va haber defraudado.
Porque el resultado es muy brillante.
Hay realismo y verdad en cada episodio y en cada secuencia.
Pero además hay emoción y una trama que te engancha, que te impide dejar de verla y te exige más y más atención, y la prestas porque lo que da a cambio es muy grande.
Esa impresión de que no te están engañando, que te están contando la verdad te emociona y te entristece.
En The Wire hay intriga, crimen, corrupción todo sabiamente dosificado para que sientas que estás delante de una de las grandes series de la historia de la televisión.
En este tiempo ha aumentado su popularidad gracias a que líderes mundiales las consideran de las mejores. Es el caso de Barack Obama y Pablo Iglesias.
En esta segunda temporada el Coronel jefe de homicidios de la ciudad de Baltimor tiene una cuestión personal con el jefe del sindicato de estibadores, Frank Sobotka.
Encarga a un grupo de policías que investiguen sus presuntos asuntos sucios.
Se vuelve a formar el grupo que dirigía el Teniente Cedric Daniels, incluyendo al autodestructivo Detective James ‘Jimmy’ McNulty.
Otro de los escenarios son las calles de los suburbios de la ciudad norteamericana con sus líos de drogas y la lucha por conseguir el mercado de estas sustancias ilegales.
Además la Brigada de homicidios tiene que investigar el asesinato de unas mujeres que eran trasladadas en un contenedor para ejercer la prostitución.
Avon Barksdale el narcotraficante condenado en la primera temporada pasa su pena en prisión y desde ahí intenta controlar su negocio.
La peli está contada desde diferentes puntos de vista y en estos diversos escenarios.
Seguimos el duro trabajo policial y nos introducimos ocasionalmente en las vidas de estos servidores de la ley.
Como fondo está el decorado de una ciudad corrompida con marginalidad, drogas, delincuencia, paro y pobreza.
Tiene un claro carácter desmitificador tanto de los delincuentes como de los policías.
La peli se desarrolla en 1984 en plena huelga de los mineros en Gran Bretaña en contra de la política de cierre de pozos de Margaret Thatcher.
Un grupo de gays y lesbianas deciden apoyar a los huelguistas recaudando fondos.
Pride camina por el resbaladizo sendero de la comedia cuando trata un drama, pero Matthew Warchus sale bien parado del desafío.
Se consigue componer una peli entrañable y sincera que habla de la solidaridad y la compresión, de la aceptación y de las diferencias.
Resulta divertido comparar a los rudos mineros de Gales, pueblerinos que temen ver peligrar su hombría constantemente, enfrentados a esas locas con mucha pluma venidas de la capital.
Peli que defiende la diversidad, la aceptación de uno mismo y de las diferencias, resulta muy emotiva.
Está pensada para gustar al público y lo consigue, pero desgraciadamente habla de temas que siguen siendo de rabiosa actualidad.
Me gusta mucho la idea que las mujeres de los huelguistas sean las más activas.
Me he enamorado de la gordita Jessica Gunning y de la lesbiana Faye Marsa. ¡Que chicas tan maravillosas!
Otro acierto: que la mirada del joven George MacKay sea la que nos descubra la trama.
Película inglesa estrenada en España en Agosto de 2010.
Veo esta peli meses después de su estreno porque las pelis de romanos siempre me han gustado.
Cuando era un crío, e iba al cine del colegio o me llevaba mi padre los miércoles por la tarde, las pelis que prefería eran las de romanos. Vi muchas pelis de gladiadores como las de Maciste o Hércules que ahora sé que eran de serie B y pelis de gran nivel como Ben-Hur o Espartaco (el mejor peplum sin lugar a dudas).
Ver una de romanos es como volver a la infancia. Por ello soy poco exigente con estas pelis.
Centurión se desarrolla en Britania. Hay bonitos paisajes y los combates entre pictos y legionarios están bien rodados y están repletos de sangre, mutilaciones, decapitaciones y amputaciones. Resulta un poco gore pero es más realista que las pelis de mi infancia en las que no había nunca hemoglobina.
A mí me gustan las grandes batallas y esta peli no las hay. Primera decepción.
Una gran parte de la peli es una persecución con alguna toma que recuerda a la Comunidad del Anillo corriendo uno detrás de otro. La persecución es implacable pero resulta aburrida. Segunda decepción.
Se encuentran una celta que es buena, que ayuda a los romanos perseguidos, cosa totalmente inexplicable. Tercera decepción.
Sobrevive el centurión protagonista pero no lo reciben como héroe. Cuarta decepción.
Demasiadas decepciones para una peli de romanos.
Me dan ganas de ver Espartaco que nunca me defraudará.