Siempre he tenido la impresión que todo es chirriante.
La presentación de la realidad en la medicina, lejos de intentar reflejarla, lo que hace es desdibujarla desde el prisma subjetivo del director o de los guionistas.
Y me irrita ver la imagen deformada de una actividad a la que he dedicado mi vida.
No recuerdo ni una sola película en la que al hablar de medicina no se haya introducido un grave error.
Con lo fácil que sería contratarme de asesor.
Posiblemente toda gran producción los tenga, pero no se les haga caso.
Bien seguro, ocurre lo mismo con los historiadores.
He aprendido a lo largo de los años a tolerar los errores médicos en las películas.
Ocasionalmente alguno me irrita profundamente, me saca de quicio.
Vamos con esta serie.
El ginecólogo William Masters decide investigar sobre sexualidad con la ayuda de una decidida secretaria, Virginia Johnson, en los años sesenta en los USA.
Él posee conocimientos, pero carece de las habilidades sociales de ella.
La serie desarrolla bien como avanza la investigación y los derroteros que va tomando.
Llena de sub-tramas que enriquecen el relato, tiene un cierto carácter de culebrón.
Me llama la atención poderosamente la diferencia entre los los personajes masculinos y femeninos.
Siendo mucho mejores las chicas, que se muestran más maduras, decididas y mejores personas.
El profesor Masters no solo me parece un gilipollas integral, sino que además creo que es mala gente.
Hay una trama secundaria protagonizada por dos actores mayúsculos, los veteranos Allison Janney y Beau Bridges,
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Una historia estupenda, con una profundidad narrativa soberbia que representa muy bien el drama de estas parejas de conveniencia en las que hay amor, pero no puede haber sexo por razones poderosas.
Entre mis personajes preferidos está la cándida secretaria, con tanto amor a la ciencia, que interpreta Heléne Yorke.
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Aunque el gran descubrimiento de la serie es la impresionante Lizzy Caplan, de la que no me extraña se enamoren casi todos los hombres que por ahí circulan.
En estos episodios hay mucho feminismo emergente.
Un poco triste que muchos de los prejuicios sexuales que se rompieron con las investigaciones del doctor Masters sigan aún vigentes.
Alicia se ha convertido en una capitana intrépida que se enfrenta a los piratas malayos y a los convencionalismos sociales.
Es una mujer adelantada a su tiempo. Valiente y decidida.
Ese retrato me parece un buen ejemplo para las niñas que vayan a ver esta peli.
La pequeña aventura de navegación que se relata al principio funciona como un corto. Me encantó.
La peli es visualmente muy atractiva. Muchos colorines. Muchos efectos visuales.
Tanto que puede llegar a saturar, a pesar tanto que asfixia.
La idea de viajar por el tiempo por medio de la codiciada cronosfera está bien y el tiempo personificado mejor aún.
Pero la peli es ligeramente aburrida, no hay demasiadas sorpresas y una vez saturado de imágenes bellas e impactantes parece que todo lo que sigue te da igual.
El Sombrero Loco es un coñazo de tío y el rollo de su familia muy tedioso.
Al final resulta un pastelón.
Lo mejor Tweedledum y Tweedledee (Patachunta y Patachún, Tararí y Tarará o Do mi sol y Sol mi do en la traducción española).
Thomas Vinterberg, director danés que realizó la muy valiosa La caza, ejecuta esta típica producción británica de época.
Se trata de un folletín, un drama romántico del siglo XIX.
Bathsheba Everdene (Carey Mulligan) es una mujer decidida, moderadamente rica heredera, que tiene varios pretendientes.
Uno guapetón, fornido y bien constituido, pero pobretón (Matthias Schoenaerts).
Otro rico y muy enamorado (Michael Sheen).
El tercero es un sargentucho, vividor y mujeriego, con tendencia a la ludopatía.
¿Adivina de quien se enamora, perdiendo el seso…?
Todo muy british. Perfecta ambientación, fotografía muy limpia y lucida, grandes interpretaciones, muy medidas…
Carey Mulligan en un momento de la peli afirma que solo tiene (antes de heredar) una educación, tal vez se haga referencia a la peli Una educación del 2009 de Lone Scherfig.
La peli está bien hecha, pero es previsible. Esa misma perfección la hace demasiado fría y las pasiones quedan demasiado soterradas.
Matar al mensajero es el típico thriller periodístico. Un género que ha dado grandes pelis, en nuestra cabeza está el clásico Todos los hombres del presidente de 1976 de Alan J. Pakula.
El protagonista absoluto es Jeremy Renner, que ha sabido reciclarse y dejar ocasionalmente los papales de duro. No es un gran actor, pero resulta solvente.
El director, Michael Cuesta, se ha dedicado más a la tele que al cine, con escasa filmografía a sus espaldas.
Pero la factura de la peli es impecable. Con un ritmo adecuado. Una cámara que sabe guiar bien al espectador. Sin artilugios. Un rodaje muy americano (en mejor sentido).
El film nos cuenta los trapos sucios que empleó la CIA para financiar a la Contra nicaragüense, usando la coca que distribuyó por los barrios marginales de las ciudades de los Estados Unidos.
Gary Webb es un periodista avispado que busca la verdad caiga quien caiga.
La Razón de Estado y “el fin justifica los medios” son dos de los argumentos más torticeros que suelen dar por buenas las peores tropelías.
Gary Webb se vio abandonado por los grandes periódicos de los USA que no habían sido capaces de encontrar la noticia y por su propio diario de provincias que literalmente se acojonó (con perdón).
Pero la peli también plantea un tema interesante que ha alimentado las corrientes conspiranoicas. La cuestión de la difusión de la droga en los barrios obreros para evitar que una población juvenil se dejara tentar por la revolución. Un asunto que tiene su lógica en Estados Unidos, pero también en la España de la Transición.
La conclusión de la peli es bastante deprimente. Gary Webb terminó no haciendo más periodismo y murió en circunstancias poco claras con dos tiros en la cabeza.
Una peli valiosa e interesante que no debería pasar desapercibida.
Un cameo de lujo, la primera dama de Francia, Carla Bruni que sale airosa del compromiso.
Una historia divertida con referencias a la Cenicienta, con una colección de personajes-artistas curiosos, especialmente gracioso el personaje de Dalí.
Un personaje pedante y odioso interpretado por Michael Sheen.
Con todo esto, Allen ha hecho una de sus mejores obras que como siempre nos invita a una reflexión-moraleja, esta vez sobre el inconformismo y la búsqueda de algo mejor en otro tiempo o en otras personas que nunca se termina de encontrar.
Hace un par de noches nos pusimos delante del televisor Marta, Elena y yo a ver esta peli.
Habíamos visto la primera (Crepúsculo) y aunque no era una buena película resultó entretenida. ¿El éxito en taquilla podía ser una garantía?.
A los 20 minutos de peli se disipó toda ilusión. Eso era un bodrio colosal. Aburrida y tediosa.
La protagonista (la sosa Kristen Stewart) ocupa la pantalla en casi la mitad del metraje. Pone caritas, hace pucheritos y hasta mohinos, en una sucesión interminable de escenas supuestamente románticas. La chica quiere hacerse vampira pero el novio no la quiere penetrar, que diga morder, la quiere casta vampíricamente hablando.
Las escasas escenas de acción son copia de otras sin la menor originalidad.
En la última media hora me quedé dormido, aunque ¿debería de decir tuve la suerte de quedarme dormido?. Y por lo que me comentaron efectivamente tuve suerte.
Es inexplicable que esta película haya tenido éxito. No hay historia, no hay diálogos y no entretiene.
En 1940 Howard Hawks realizó una película maravillosa, divertida e ingeniosa, con diálogos vibrantes e hilarantes se llama Luna Nueva con el inmenso Cary Grant de protagonista.
Me entristece profundamente que las nuevas generaciones hayan visto en masa la Luna Nueva de 2009 y no tengan ni idea de la existencia de otra película que se llama igual de 1940. No saben lo que se pierden.