Moonee es una descarada niña de seis años que corretea y juega en los alrededores de un motel que se edificó a la sombra de un parque de atracciones cercano.
The Florida Project es el retrato, un tanto siniestro, de esta “familia” compuesta por una joven madre destalentada y su despierta hija.
Se alimentan de comida basura, tienen como entretenimiento básico la caja tonta y subreviven gracias a trapicheos y ayudas sociales.
En la sociedad norteamericana conviven moteles de tercera que hospedan a personas que rozan la indigencia con grandes centros de ocio que son las catedrales del consumo.
Aunque las travesuras (a veces, mucho más que eso) de los niños pueden ser divertidas hay un gran fondo de amargura en este film.
El drama de unas personas marcadas por la marginalidad y por su incapacidad y de la sociedad de resolver su situación.
En esta tragedia no hay buenos, ni malos.
Los servicios sociales cumplen con su obligación. La madre casquivana intenta subsistir. La niña se divierte como puede. El conserje intenta mantener el orden con su buen corazón. La amiga reacciona como parece lógico.
Los niños son un prodigio, con unas interpretaciones muy realistas.
Bria Vinaite parece que se interpretara a sí misma. Un personaje triste y encantador.
Cortometraje de la película Paris Je t’aime (2006) dirigido por el canadiense Vincenzo Natali en el que un joven turista (Elija Wood) se encuentra con una extraña vampiresa (Olga Kurylenko) en un barrio de París.
Con una fotografía fascinante y con una sangre roja tan atrayente, la bellísima Olga Kurylenko se apiada del joven Elija Wood.
Ya sabéis que hay besos recatados, en los labios, con lengua y (los que aquí se dan) con sangre.
Yo no los he probado, pero por lo felices que se les ve, parecen estupendos.
Cuando se habla de peli de espías pensamos en la saga del 007. Guaperas, acción, chicas sexys, automóviles de lujo, artilugios sofisticados…
Ver a personas normales haciendo de agentes de inteligencia descoloca un poco. Bueno, un poco no, mucho mucho.
El hombre más buscado gana conforme avanza el metraje. Al principio oí roncar a algún espectador.
Se apoya fundamentalmente en la labor de los actores y en una trama inteligente, pero comprensible.
Philip Seymour Hoffman clava su personaje. Interpreta a Günther Bachmann, un viejo espía alemán, que no se conforma con cazar al terrorista, sino que pretende llegar al meollo del asunto, que es la financiación.
A mí Rachel McAdams me encanta. Aquí vuelve a estar estupenda. Acostumbrado a verla en comedias, su interpretación resulta de lo más convincente.
Se la ha comparado a El Topo de Tomas Alfredson. Algo tienen en común, pero ésta de Anton Corbijn es mucho más entretenida.
Salí satisfecho del cine: “Debo ser algo inteligente, he entendido de que va”. Bueno, del todo no, pero casi.
En el minuto uno comencé a llorar y ya no paré. Llegué a tener dos pañuelos en uso. Uno para las lágrimas y otro para la nariz.
Me alegro que esta historia de amor adolescente no sea entre vampiros, hombres lobos… Aunque me entristece que esta parejita sea de enfermos de cáncer.
Tal vez lo que más me emociona es la representación realista de la situación, vista incluso con sentido del humor por los protagonistas.
La peli está llena de buenos diálogos con una mirada tierna y no demasiado sensiblera.
Me gustó mucho la reflexión sobre el autor y su obra. Puede haber producciones literarias o cinematográficas maravillosas y su autor ser un auténtico cabrón.
Antes de empezar conversé con mi amigo Daniel (un auténtico maestro). Le comenté que a esta peli solo podían acudir salidos, cinéfagos o cinéfilos de pro. Yo me incluía claramente entre los primeros.
Seguimos las desventuras de Joe ahora ya interpretada por Charlotte Gainsbourg. Esta chica sigue experimentando en el sexo y cae en el sadomaso.
Las escenas me desagradaron profundamente, incluso me resultaron insoportables. Pasé un rato francamente angustioso.
La sensación de repugnancia hacia lo que me mostraban hizo que mi primera impresión fuera muy negativa.
Estos días que he tardado en hacer este comentario me han permitido meditar.
El cine debe ser trasmisión de emociones. El muy h**** de p**** de Lars von Trier consigue llenarme de sentimientos, de manera perversa me comunica la degradación personal de esta ninfómana. Son emociones negativas que no desearía haber padecido.
La interpretaciones de las dos Joe (jovencita y adulta) me han parecido insuficientes, demasiado frías.
Desde luego el sexo que nos oferta el director danés no estimula ni al más salido del mundo. Esto no es una peli erótica (nada más lejos) es un tratado sobre sexo puro y duro, sin la más mínima dosis de amor.
No la volvería a ver ni por todo el dinero del mundo.
Wes Anderson es un director con un estilo muy definido, que despierta grandes entusiasmos, pero que tiene grandes detractores.
Yo no soy ni de los unos, ni de los otros.
El estilo visual es brillante, colorista, embriagador, pero demasiado geométrico, simétrico y artificioso.
La historia es entretenida y divertida pero se mueve en ese delgada línea entre el cuento y la comedia absurda, sin terminar de definirse.
Me entusiasma la idea del gerontofílico adicto a las rubias y ricas.
Es de lo más gratificante ir reconociendo a los actores que van apareciendo en papeles secundarios, más de una docena.
Pero para que te guste el cine de Wes Andersontienes que conectar. Se tiene que establecer una relación entre director y espectador, si no te deja con sensación de cierto vacío.
Unas chicas que estaban detrás de mí en el cine comentaron: “no está mal”.
Mi problema es que no he conectado. Solo se me ocurre decir: “no está mal”.