Birgitte Nyborg (Sidse Babett Knudsen) regresa a la política danesa después de un tiempo en la actividad privada.
Al no ser elegida presidenta de su partido, funda uno nuevo (Los nuevos demócratas) para tener el máximo protagonismo.
Se relata los avatares en la formación de una nueva estructura política.
Sigue desarrollándose en tres ámbitos: el político, el familiar y el periodístico.
Los primeros episodios son bastante malos y dan ganas de abandonar la serie, pero a mitad de temporada cobra más vigor.
Se tratan temas interesantes que ayudan a soportar la trama central.
Se habla del maltrato animal, de la prostitución, de la enfermedad y de las maneras de enfrentarse a ellas, del adultero, del acoso laboral, del amarillismo en la prensa, de las traiciones políticas, de la ambición por el poder…
Un directivo joven y tontoelculo pretende cambiar los informativos de la TV1 danesa, en una especie de circo, estilo Sálvame de Luxe, todo para ganar audiencias.
Somete a Torben Friis (interpretado por Søren Malling), director de informativos, a un despiadado acoso.
Asistimos al derrumbe personal y laboral de este personaje en una subtrama que es muy interesante.
En el último episodio me quedo perplejo al observar como funciona la política danesa.
En la misma noche de las elecciones se realizan contactos entre los partidos para formar un nuevo gobierno. Dinamarca amanece con un recién elegido primer ministro.
¡Qué diferente es este país nuestro!
Tal vez, la temporada más floja.
Estaba deseando que acabara para ver la sexta temporada de Juego de tronos.
Buñuel ya intentó rodar la adaptación de la novela de Pierre Louÿs La mujer y el pelele en Francia, en 1957.
Pero al productor no le gustó el proyecto presentado por Buñuel:
– “Yo le había pedido una adaptación de la novela de Pierre Louÿs, y él me trajo algo que era Buñuel de pies a cabeza”.
Tampoco coincidían en los protagonistas.
Buñuel había pensado en Vittorio de Sica y quizá Jeanne Moreau, pero el productor estaba empeñado en que fuesen Cary Grant y Brigitte Bardot.
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Colaboró en guión Jean-Claude Carrière, como ya era habitual.
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Buñuel después de El fantasma de la libertad no tenía muchas ganas de volver a rodar, pero el proyecto le resultaba atractivo y el productor Serge Silberman le ofrecía todas las facilidades.
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Al poco de empezar el rodaje surge el gran problema:
Buñuel no está satisfecho con la actuación de la actriz elegida, la parisina María Schneider.
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El director estaba fascinado con la actriz desde El último tango en París. Tal vez más con la idea que con la persona.
Detiene el rodaje y expone el problema al productor Serge Silberman.
Amenaza con abandonarlo todo y volver a Méjico.
El azar, algo tan querido por Buñuel, hizo que al final la película fuera interpretada por dos actrices, Ángela Molina y Carole Bouquet:
– “Fue por necesidad. Yo había pensado que María Schneider estaría bien en el papel…pero… teníamos que repetir una toma tras otra…
Finalmente tuve que decirle a Silberman: Me he equivocado con esa chica…
No encontrábamos la solución…
Entonces se me ocurrió decir:
“Podríamos emplear a dos actrices…”
A Silberman le pareció magnífico.
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Hay que puntualizar que en la versión original francesa de la película las dos actrices fueron dobladas por la misma persona, aunque con tono diferente.
Las dos actrices fueron propuestas por los colaboradores de Buñuel.
Carole Bouquet por el productor.
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Ángela Molina por su ayudante de dirección.
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Las dos ensayaron su papel.
Concretamente la escena de la verja.
La interpretaron con el propio Fernando Rey, que era indiscutible para Don Luis.
Buñuel desde lejos contempló las interpretaciones y quedó satisfecho.
Al parecer ya conocía a Ángela Molina.
La visitó en maquillaje después de la prueba y le pidió que quitara la bata.
Se puso las gafas y la examinó como si fuera una estatua. Según afirmaciones de la propia actriz.
Ya había dos Conchitas.
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Las relaciones de las dos actrices con el viejo director fueron excelentes.
La asignación de las escenas a cada una, según Buñuel, fueron aleatorias y compensadas.
Las dos participan en el mismo número de escenas.
Las dos actrices intentan ejecutar el mismo personaje.
Pero el resultado final de cada una es muy diferente.
La fracesa más fría, más casta.
La española más sensual, más racial. Es la que baila y la que aparece más insinuante.
La idea central de la peli es que la insatisfacción sostiene el deseo.
Se establece una relación entre un viejo, Mateo, y una jovencita.
Es la repetición de la idea representada en Tristana y Viridiana.
Pero en esta relación enfermiza hay un componente sado-maso no explícito, pero muy interesante.
Mateo se ve estimulado por el deseo y también por el rechazo.
Pero cuando se sale de sus casillas y abofetea a Conchita, ella ve satisfechos sus deseos masoquistas y eso hace que lo desee más aún.
Porque la mujer ejerce de manipuladora, de perversa.
Pero no hay que olvidar que es el relato subjetivo del protagonista masculino, Don Mateo, que da una versión personal de la realidad.
El asistente de Don Mateo afirma que un amigo define a las mujeres como un saco de excrementos.
¿Es ese el saco que se pasea por la película?.
Hay una visión machista del relato, el que da Don Mateo.
A diferencia de El discreto encanto de la burguesía, las escenas en esta peli tienen planteamiento, nudo y desenlace. Funcionan como pequeños cortos.
No he conseguido datos que expliquen ese cochinillo tratado como un bebé por la gitana en el Patio de los Naranjos de la Catedral de Sevilla. Pero a mí no deja de asombrarme.
Otra vez Buñuel nos presenta elementos surrealistas con toda naturalidad, sin énfasis, con una normalidad pasmosa.
Al director le preocupaba el tema del terrorismo y aparece como fondo y como parte importante de la narración, de una manera desconcertante.
Yo me quedo mil veces con la Conchita ejecutada por Ángela Molina.
He de reconocer que cuando la vi, me enamoré de ella.
Durante unos días fue mi oscuro objeto del deseo.
Esta es la última peli de Buñuel.
Su genio creativo, su originalidad no decayó con los años, sino muy al contrario.
Esta peli es la típica de manual con el que Hollywood llena nuestras carteleras y nuestras tardes de domingo en la pequeña pantalla.
El mayor atractivo es la presencia de Anthony Hopkins, pero no nos engañemos, su entusiasmo en lo que hace es cero.
Se le ve aburrido, desganado.
Tal vez cuando cobró se sintió feliz, con esa estúpida satisfacción que da tener una cifra más alta en la cuenta corriente.
Pero dentro de su interior, debe de sentir una profunda decepción consigo mismo.
Primero porque no demuestra ser un buen profesional, ejecutando un personaje en el que no cree.
Y segundo interviniendo en una peli con un guión y una dirección rutinaria.
Se supone que estamos ante un thriller paranormal trepidante, con visiones chulas, persecuciones en coches, agentes de FBI torturadas por su pasado, dramas familiares…
Todo convencional y sin convicción.
Cuando a un protagonista lo hieren, me da igual.
Cuando descubro su pasado tormentoso me da igual.
Que esté divorciado por el fallecimiento de su hijita, lo único que pienso: eso ya lo hemos visto.
Rutinario en el argumento y en la presentación.
Pretenciosa, intentando plantear cuestiones de fondo moral.
Es una peli fraude que no da nada de lo que promete.
Tal vez sea un iluso.
Por un momento pensé que Hopkins solo hacía buenas pelis y buenas actuaciones.
¿Alguna novia rubia te abandonó por otro más guapo?
¿Te hizo la cobra y rompió tu corazón?
¿Estabas enamorado como un colegial y no te hacía ni el menor caso?
Está claro que tu venganza ha sido cruel, aunque posiblemente merecida.
Te pasas más de una hora torturando a esta chiquilla.
La muerdes, la asustas, la haces pasar frío, calor, deshidratación.
Pero eres generoso (en el fondo), al final la perdonas.
Es lo que tiene ser blando de corazón.
Por cierto, hay un fallo de guión incomprensible.
Los dos amigos abandonan a la muchacha y la dejan tomando un baño.
Blake Lively está como un queso y además es muy simpática.
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La única explicación que estén liados y sean gays.
Lo acabo de pillar. Era eso.
Ni tú, ni yo la hubiéramos dejado sola.
Con chicas tan guapas no debe de haber prisa.
Tu homenaje a la peli de Spielberg me parece estupendo.
Es una muestra de respeto y admiración desde la modestia.
Porque consigues hacer una peli muy entretenida con dos elementos básicos: una rubia y un tiburón.
Me gusta que al escualo no lo muestres entero hasta el final de la peli.
Su sombra, simplemente su sombra, da mucho más miedo.
A ti, a la protagonista y a mis lectores les quiero aclarar que los torniquetes son medidas provisionales que solo son eficaces en las hemorragias arteriales.
En estas hemorragias la sangre se pierde a pulsos, de manera intermitente. Son muy graves y peligrosas.
El torniquete se debe de aflojar cada diez minutos, sino puede producirse necrosis de los tejidos.
Insisto es una medida provisional que solo debe durar un ratillo.
Ya sé que aquí esta estudiante de medicina de ultimo año hace lo que puede.
Has elegido muy bien a la protagonista (Blake Lively) porque incluso sangrando y herida está guapa.
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No me importa que hagas cine comercial, porque yo le encuentro, aunque sea recóndito, un sello autoral, que espero que mantengas y aumentes.
Confío que hayas superado tu problema con las rubias.
No sé si has terminado saliendo con Blake. Ojalá.
A mí no me importaría tenerla de nuera.
Si vienes por España y te acercas con ella estaría bien haceros una entrevista.
Mi hijo va de cámara y traductor, y ¿quién sabe? tal vez coordinen.
Todo ello en el supuesto que no tengas interés en ella, por supuesto.
Te doy la enhorabuena por tu peli.
Creo que es la mejor.
Espero que sigas superándote.
Un abrazo.
PD:
Me olvidaba que mi amiga Patricia la vio y le gustó (concretamente “entretenida“).
Dramedia romántica con tetrapléjico muy rico y chica pobre con indumentaria de dudoso gusto.
Hay actores y actrices que lo son de una sola peli.
Esperemos que esto no le pase a Emilia Clarke.
Como Daenerys Targaryen es maravillosa.
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Como Lou Clark es insufrible.
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Realiza unos movimientos de cejas asombrosos que me desconcertaron.
¿De verdad son la misma?
La chica se empeña en que el muchacho encuentre estímulos para vivir y se lo lleva a conciertos, bodas, al hipódromo y de vacaciones de lujo en Mallorca.
La que se lo pasa pipa es ella y con el dinero de la familia se da una vidorra que no se podría permitir.
Está claro que es una aprovechada, aunque la historia pretenda resaltar sus buenas intenciones.
Pero no todo es malo en esta ñoñería.
Me encantan los conjuntos de Lou Clark y esos zapatos amarvillooooooosos.
También es verdad que en aquella ocasión no había recibido ningún regalo y por eso no me corté un pelo en mi crítica.
Como soy claramente influenciable por dádivas y halagos, voy a ser generoso.
Podría copiar mi crítica de agosto del 2013. Con borrar unos párrafos acertaría, pero insisto voy a ser generoso.
La peli se basa en un principio básico: la complicidad del espectador.
Tienes que entrar en el juego que te proponen.
Creerte una historia inverosímil, sin pies ni cabeza.
Aceptar como posibles los trucos de magia que te van ofreciendo, aunque ofendan las neuronas más nobles de tu cerebro.
Además de compartir un sentido del humor que se basa en la estupidez, en la idiotez y en la imbecilidad.
Si entras en este juego con estas tres premisas y aguantas un montaje trepidante, con efectos visuales electrizantes y una música estridente podrás admitir este bodrio.
No puedo pedir a nadie que le guste, como mucho sobrellevar los 129 minutos de insufrible aridez intelectual.
Penoso, triste y defraudante ver a grandes actores como Morgan Freeman y Michael Caine participar en este engendro.
Le pido a Dios que me dé lucidez para que cuando llegue mi ocaso profesional sepa abandonar mi actividad laboral con dignidad, dejando un buen recuerdo y no me pase como a estos dos actorazos que por el vil metal se han metido en esta producción de tan escaso nivel.
Como veis por unos tristes regalos soy capaz de hacer una crítica condescendiente y generosa.
Soy un vendido. Lo sé.
Pero la baraja tiene todas las cartas y las gafas son plegables.
El rodaje comenzó el 23 de mayo de 1972, con un presupuesto de 800.000 dólares, en los Paris-Studios Cinéma, Boulogne-Billancourt y en una granja del valle de Chevreuse.
Terminó a finales de julio, tras 44 días de trabajo, 4 menos de los previstos.
Durante la filmación de esta película se valió por primera vez de un monitor de televisión que le transmitía la imagen que registraba la cámara, al mismo tiempo que por los auriculares seguía los diálogos de los protagonistas.
Todo ello le permitió seguir el rodaje sentado, lo que dados sus 72 años de edad le venía muy bien.
Este procedimiento le permitió controlar más la imagen, de modo que sus tres últimas obras son mucho más precisas desde el punto de vista del encuadre que las anteriores.
Hay pequeños movimientos de la cámara que son perfectos, debido a que los ensayos estaban hechos con el control de vídeo.
Después, para dirigir, no, se ponía cerca de la cámara y enfrente de los actores, con unos auriculares especiales para oír bien.
La precisión de Buñuel en el rodaje fue tal que solo se eliminaron 200 metros de los 17.000 rodados.
El montaje duró 3 días.
Se estrenó el 15 de septiembre de ese año.
Buñuel nos presenta a un grupo de seis burgueses que no consiguen cenar.
Su coguionista Jean-Claude Carrière tuvo la idea inicial de una ocasión en la que invitó a unos amigos a cenar y se olvidó de decírselo a su esposa y él mismo tenía un compromiso fuera de casa.
Los invitados llegaron y pillaron a la mujer para acostarse y al anfitrión fuera.
Con este inicio Buñuel nos cuenta una historia de frustración.
Son en realidad ocho historietas que no termina ninguna.
Como unos episodios inconexos, que tienen en común a estos seis personajes.
La historia no avanza, los personajes no evolucionan, pero sienten con refinamiento burgués la frustración de no haber podido comer.
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Detrás de sus buenos modos de sus maneras correctas hay podredumbre, al fin y al cabo son narcotraficantes.
Buñuel sabe medir las situaciones, de tal manera que rozan el absurdo, pero son planteadas como naturales y espontáneas.
Utiliza también los relatos de los sueños que tienen como eje común el miedo a la muerte y la ausencia de la madre.
A veces son sueños dentro de otro sueño.
La ausencia de resolución de sus historietas dejan con hambre al espectador al igual que estos seis burgueses que peregrinan por la película sin poder cenar.
Seis personajes en busca de cena, se podía haber titulado.
Para dar equilibrio a todos los personajes rueda planos secuencias, donde al mover la cámara los personajes entran y salen de plano.
Así se evitan planos cortos y protagonismos, que el aragonés quería evitar.
“He terminado rodando como el maldito Renoir“. Comentó en tono jocoso a Carrière.
Los dos idearon esta manera de filmar antes del rodaje.
La peli está llena de cuestiones que no se explican, tal vez, sencillamente, porque no la tienen.
Como decía Carrière:
“Realmente, lo puedo jurar: Luis no quería decir nada.
No tenía un discurso secreto que trataba de comunicar por imágenes del cine.
Era realmente un cineasta de improvisación, de instinto, pero de uninstinto tan rico que decía mucho.
Surrealista, podría ser la definición de una actividad surrealista.
Por ejemplo, en El discreto encanto de la burguesía, el hecho de caminar por la carretera sin saber a dónde van, sin saber de dónde vienen, sin saber si se trata de un sueño o no.
Eso es una libertad completa para cualquier espectador, poder tener su propia colaboración en la película”.
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No recuerdo la fecha, pero fue en mi época de estudiante que la vi en un cine de arte y ensayo.
No entendí nada.
Pero me cautivó.
Días más tarde la comenté con un amigo.
Se las daba de cultureta y mantenía que era una obra maestra.
“La crítica más feroz que se ha hecho a la burguesía“. Afirmaba.
No sé si tenía razón, pero a mí me sigue entusiasmando.
Cuando esto ocurre, me distraigo pensando calificativos para mi crítica. Algo ingenioso.
No me dan ganas de abandonar la sala, pero el ritmo cadencioso y la falta de interés me superan.
(Pensé que nunca en la vida llegaría a decir esto:)
Pero de pronto aparece la Reina de Inglaterra y la historia se hace divertida e interesante.
Me parto de risa con ese desayuno.
Al final me emociona, me contenta, me entretiene.
Es como si Steven Spielberg me hubiera preparado durante 90 minutos para disfrutar 25.
Si vas con niños mantenlos distraídos con palomitas y chuches hasta que aparezca Elizabeth Alexandra Mary II. Ya sé que es difícil, pero para ti no es imposible.
Buñuel estuvo interesado en la novela de Benito Pérez Galdos desde 1952.
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Pensó en realizarla con Ernesto Alonso y Silvia Pinal de protagonistas.
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Él afirmaba que solo le interesaba el elemento argumental de la pierna cortada.
Creía que era la peor novela de Galdós, pero ese detalle le fascinaba.
Intentó realizarla en el 62, pero la censura en España se lo prohibió de manera radical.
La idea de Buñuel era hacer importantes cambios en el guión.
Le traía la idea de situarla en Toledo, ciudad que conocía muy bien.
También quería cambiar la época, del siglo XIX a los años veinte del siglo pasado.
Como en Nazarín el personaje principal lo mantiene fiel al de Galdós.
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Colabora en el guión Julio Alejandro. Introducen elementos que Buñuel recordaba de su juventud, como el campanario y la estatua mortuoria del Cardenal Tavera.
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Según el propio director, la peli no pretendía introducir elementos feministas, como la liberación de la mujer. Ni en la novela ni en la época en la que se desarrolla aquello era concebible.
Según palabras de Buñuel:
“¿Qué importa un argumento u otro? Lo que interesa es el guión.
Sabes que puedo hacer con la vida de Cristo un película budista.
Mi próximo film tendrá el tema de todos los míos: otra vez erotismo y religión.
Tristana era un proyecto.
Me daba oportunidad de insertar algunos aspectos de la vida española.
Por lo demás, la obra, como todas las mías, no contenía crítica social, condenación de esto o lo otro.
Ni pensarlo.
Yo me limito siempre a mostrar hechos sin tomar posiciones en pro o en contra.
Sólo Tristana es un film español ciento por ciento; los otros pude haberlos filmado en cualquier lado, hasta en Polonia.”
Antes de que el proyecto cuajara, Buñuel tuvo intención en dos ocasiones de llevar la novela de Galdós a la pantalla.
La primera fue en 1952, como ya he comentado.
El segundo intento fue en 1963 e iba a tener como protagonistas a Fernando Rey y Rocío Dúrcal.
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Buñuel y Alejandro lo escribieron pero fue prohibido por la censura.
El realizador y los productores quedaron en el común acuerdo de que si el proyecto podía recuperarse se haría.
En 1969 los productores volvieron a retomar el proyecto.
Si la película no podía rodarse en España, se rodarían los exteriores en Portugal y los interiores en Francia.
Como no se conseguían los permisos para rodarla en España se buscaron localizaciones en Portugal y se pensó que incluso los interiores se podrían rodar en ese país.
Cuenta Buñuel:
“Fraga Iribarne se oponía.
Le escribí a mi amigo Rafael Méndez, un sabio español, jefe de farmacología en el Instituto de Cardiología de México:
– «Querido Rafael, tu amigo Fraga se opone a la película»
Rafael toma el avión, se presenta en Madrid y habla con Fraga.
Éste le dice:
– «Qué hable Buñuel conmigo.»
Yo quería que la entrevista fuera con testigos, pero Fraga insistió en que debíamos ser él y yo a solas.
Me pareció inteligente y simpático Fraga, no me recibió altivamente.
Me dijo que en España no estaban preparados para mis películas; le dije que Tristana la filmaría con fidelidad al guión presentado.
– «Bueno —me dijo—, tiene usted luz verde. Haga la película y ya veremos»
No me cortaron nada.
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El contrato que firma Buñuel con los productores incluía la siguiente cláusula:
“La productora hace constar expresamente su deseo de dejar plena libertad a don Luis Buñuel en los aspectos técnico, moral y artístico, tanto en la preparación como en el rodaje y terminación de la película.
Por su parte, el señor Buñuel considerará las objeciones que pueda oponer la censura oficial, obligándose a encontrar soluciones para evitarlas, siempre que ello no afecte gravemente a la calidad artística de la película ni a la libertad moral e intelectual de su director.”
Este plano final parecería indicarlo.
Julio Alejandro, coguionista manifestó:
“Escribimos Tristana pensando de una manera definitiva en Toledo.
Hasta tal extremo, que parte de las secuencias están hechas en el Hospital de fuera, en tal crucero de calles, en tal plaza, delante de tal iglesia, porque los dos recordamos muy bien Toledo.
Él todavía mejor que yo porque lo ha visto últimamente de nuevo.
Así que se pensó en la adaptación exactamente en lugares determinados de Toledo.
Estos lugares no son algo anecdótico en la película, sino que tienen una fuerza vital dentro del script.
Creo que lo que es Toledo marca de tal manera la película, que, a mi modo de ver, es muy difícil hacer esa película en otra parte.”
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El final previsto en un principio era el de la escena en la que don Lope toma chocolate con los curas mientras se oía el golpear de las muletas de Tristana por el pasillo.
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En 1969 el primer guión fue modificado y enriquecido.
El film se basaría en la cuarta versión del mismo.
El guión sigue el argumento del libro, sobre todo hasta la aparición de Horacio (Franco Nero), reduciendo al mínimo el papel del protagonista.
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Al mismo tiempo, intensificó otros personajes.
Tristana (Catherine Deneuve) se vuelve mucho más dura y amarga que en el libro.
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Don Lope (Fernando Rey) alberga todas las contradicciones del caballero provinciano que quiere ser progresista y ateo, pero está atado a los hábitos tradicionales.
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Hacia el final, don Lope se convierte en un hombre más decrépito y también más humano que en el libro.
La criada Saturna (Lola Gaos) aparece más vívida.
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Su hijo apenas aparecía en la novela.
La amputación modifica completamente el carácter de Tristana, dividiendo el film en dos partes bien diferenciadas.
Buñuel era consciente de ello, hasta el punto que confesaría al productor Eduardo Ducay que, de haberlo pensado antes, habría hecho doblar a Catherine Deneuve por dos actrices diferentes, para expresar el cambio de personalidad después de cortarle la pierna.
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Buñuel trasladó la acción de Madrid a Toledo por multitud de razones.
La ciudad le permitía retratar una atmósfera provinciana anclada en el pasado sin grandes dispendios.
Era un decorado que le entusiasmaba por sus recuerdos juveniles.
Aparecía como trasfondo laberíntico de otra novela de Galdós que le gustaba mucho y siempre quiso adaptar, Ángel Guerra.
Pero no debe perderse de vista el vitriolo que encierra esa elección en una cinta cuyo momento clave es la mutilación de la pierna, en una ciudad que como Toledo es todo cuesta arriba.
El parecido del argumento de Tristana y Viridiana es sorprendente, resultando una variación del mismo tema.
D. Jaime y don Lope se nos presentan enlazados en una relación amorosa con una mujer mucho más joven que en ambos casos será la última mujer de sus vidas y la que, aunque con procesos distintos, los terminará castrando y después matando.
Viridiana es la sobrina de don Jaime, quien le ha costeado sus estudios y esto la hará sentirse responsable y agradecida hacia él.
Don Lope ha ayudado a los padres de Tristana y al morir ellos él se encarga de ella.
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En las dos películas las sirvientas juegan un papel muy importante.
Ambas con un hijo y sin marido.
Ambas también con un galán: Horacio en Tristana y Jorge en Viridiana.
El rodaje comenzó el 27 de octubre de 1969 en los estudios Verona de Madrid y con exteriores en Toledo.
Finalizó en diciembre.
El rodaje se desarrolló casi exclusivamente en Toledo y en un estudio de Madrid, donde el decorador Alarcón reconstituyó fielmente un café de Zocodover.
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Se estrenó en Madrid el 29 marzo de 1970.
El ambiente de la película es irremediablemente hispánico, con un empleo del color y la luz que le dan un aire otoñal, arcaico, en decadencia, con colores pardos y oxidados, con gran abundancia de negros y las laberínticas callejuelas toledanas que tan plásticamente materializan los recovecos de esa sociedad, con un cierto toque mortecino y medieval que las campanas iniciales y el diálogo del campanero subrayan.
El humor de Buñuel: viste a un gitano de guardia civil.
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El realizador ha querido presentarnos unos personajes junto con su marco vital, al que se siente entrañablemente ligado.
De ahí la extraordinaria importancia de los objetos más simples de un pasado hispánico cercano: el calentador, las pantuflas, la bigotera, la capa…
Buñuel consideraba a esta peli como un paso a tras en su carrera:
“Tristana es un paso atrás en mi carrera, es una película ordenada, académica, es la descripción de la decadencia de un señor.
Un señor de tipo burgués, pero anarcoide, anticlerical, etc. que al final termina renegando de todo lo que hizo en su vida.
No lo dice, pero se ve que es la historia de una decadencia, nada más.
Pero supone un paso atrás en mi carrera.
Había roto, en La vía láctea con la ordenación, con el tiempo, con el espacio, y ahora vuelvo otra vez a una perfecta continuidad muy académica”.
Buñuel siempre pensó en Fernando Rey como don Lope.
Pero no quería a Catherine Deneuve.
Para Rey supuso un gran respaldo a su carrera y después de esta producción fue llamado a los USA para rodar películas importantes.
Cuando Francia formó parte de la producción se la impusieron al director aragonés.
Ésta es la segunda peli española de Buñuel después de la guerra. La otra es Viridiana.
El resto son producciones francesas o mejicanas.
Comentario:
Tal vez Tristana es la peli menos buñueliana de Buñuel.
Posiblemente realizó una peli más “convencional” para poder producirla en España.
Su interés por rodar en España se vio muy dañado desde Viridiana.
Prohibida por la censura.
Su hijo consiguió meter los rollos de película entre los capotes y las espadas de la cuadrilla de Luis Miguel Dominguín que toreaba en el sur de Francia. De esa manera burlar la censura.
Cuando ganó el Festival de Cannes pensaba que se proyectaría en España, pero no fue así.
Buñuel llevaba muchos años con la idea de rodar esta historia de una joven que queda amputada.
Quería hacerla en Toledo y si no, no la hacía.
Por eso elaboró un guión que pudiera pasar la censura.
La peli mantiene una estructura lineal y realista, aunque al final consigue meter un elemento perturbador, muy de él.
Retrata muy bien una época y una manera de entender la vida.
Don Lope es un izquierdista de salón, perteneciente a esa clase social parásita y vaga que reniega del trabajo, pero que no tiene vergüenza de dar sablazos a su hermana rica.
A pesar de su ateísmo termina sus días rodeado de curas con los que toma chocolate de máxima calidad.
Ellos también le parasitan.
Es una sociedad burguesa donde todo son apariencias y donde se habla mal de los demás cuando abandonan el café.
Don Lope, magistralmente interpretado por Fernando Rey, un papel que parece hecho para él.
Su trasformación es divergente a la de Tristana.
Ella se vuelve más dura, más cruel, cuestiones que se acrecentan cuando es intervenida por un tumor en una pierna.
Es la amargura de la persona encerrada en su silla de ruedas en un ciudad monstruosa para ella, con cuestas y más cuestas.
Termina claudicando ante la Iglesia y en un matrimonio que detesta.
La Deneuve siempre me ha parecido una actriz muy fría, pero aquí compone un personaje lleno de matices, con una transformación física sorprendente de jovencita desvalida a señora cabreada.
Lola Gaos consuma un gran personaje que dice poco con la boca, pero mucho con la mirada.
Su hijo, Saturno, aficionado a pasar largos ratos en los baños.
Su tendencia a la masturbación se ve exaltada por su señora que no duda en provocarle.
Es curioso que la censura permitiera este personaje. Tal vez, pensara que padecía colon irritable.
En la primera entrega de esta saga (The Purge: La noche de las bestias – 2013) en la velada en la que el delito es legal, se planteaba una cuestión cotidiana, la envidia entre vecinos.
Se ha vuelto más cruel, más insensible y más digital.
El dinero no cumple el viejo axioma que se aplica a la energía. Eso que ni se crea, ni se destruye, solo se transforma.
El vil metal se genera y se esfuma y lo vemos todos los días en la bolsa.
Algo que valía mil, al final del día vale 1050 ó 935.
En este juego perverso del capitalismo jugamos todos.
Todos tenemos acciones, fondos de inversión, planes de pensiones, cuentas corrientes, hipotecas o viviendas adquiridas.
Todos queremos hacernos ricos, o menos pobres dando un pelotazo.
(No conozco a nadie de esos del pelotazo. Esos solo los dan los ricos).
Vivimos también en una cultura de la avaricia.
Queremos tener más y nos olvidamos de vivir mejor.
Los muy ricos quieren hacerse con más dinero y se vuelven insaciables.
Nunca he entendido esa avaricia tan patológica.
Por ejemplo, el señor éste dueño de Zara.
Tiene dinero a espuertas y deslocaliza en países del sudeste asiático para ganar más.
Quédate en tu país crea puestos de trabajo y ayuda a la economía española.
Ganas menos, pero eres un tío horado y benefactor.
Si ya tienes un dineral, ¿para qué quieres más pasta?
No comprendo la avaricia de los que crean cuentas en Panamá o sabe Dios, para eludir pagar impuestos aquí.
Pero si Hacienda se queda un porcentaje de lo que ganas. Solo de lo que ganas.
Vale la pena el oprobio y la vergüenza por unos cientos de miles más o menos.
No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.
Respeto profundamente al que trabaja poco, solo para subsistir y disfrutar de la vida con lo que tiene.
Jodie Foster intenta hablar de estas cuestiones en esta peli.
Aunque ella, (tal vez) no lo sepa, consigue que no me caiga bien ninguno de los personajes.
George Clooney interpreta a una especie de showman televisivo, gurú de las finanzas que como todos los economistas nunca acierta.
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No hace periodismo, hace divertimento barato del de Tele 5.
Le importan las audiencias y su cuenta corriente.
Julia Roberts es la directora del programa Money Monster, telebasura. Lo sabe, pero sigue en ello.
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La ética, la profesionalidad son secundarios ante el dinero.
Jack O’Connell interpreta al tonto que se ha dejado influir por los consejos de un programa de eme y cuando pierde dinero quiere encontrar un responsable.
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Es cierto que lo han engañado, pero se ha dejado engañar.
Él se considera un fracasado y su novia embarazada se lo deja bien claro.
Tal vez creía en el “sueño americano”.
Quería hacerse rico.
No aprecia lo que tiene.
Su novia es estupenda, va a ser padre, tiene salud, pero no es rico.
Es capaz de amenazar con la muerte y la destrucción de una bomba porque no es rico.
Tampoco me puede caer bien.
No deja de ser un miserable.
Aunque Jodie Foster se empeñe en presentárnoslo como una víctima solo se mueve por el dinero.
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Ni todo el dinero del mundo vale lo que una vida humana.
Dominic West interpreta al empresario fraudulento y avaricioso.
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La directora nos introduce una trama rocambolesca de huelgas en minas de platino de Sudáfrica que no tiene ni pies ni cabeza, al final de la peli.
Porque está empeñada en hacer una peli de denuncia social que sea atractiva al espectador para lo que se ve obligada a introducir elementos de thriller.
El grave problema, su grave problema, es que no tiene claro lo que quiere denunciar.
Compone un producto supuestamente seductor.
Musiquilla que te invita a sentir emociones según la escena, montaje trepidante, fotografía saturada, trucos de guión, secundarios molones, escenas de sexo gratuitas…
Jodie has hecho un producto capitalista para que la gente vayamos al cine nos tomemos un litro de Coca-Cola y un bolsón de palomitas y nos sintamos por unos segundos confraternizados con un puto terrorista porque le han timado en bolsa.
¡Estás contenta acabas de contribuir al capitalismo y encima te crees mejor que muchos porque has hecho algo que puede parecer denuncia social!
Dicho todo esto, la peli es entretenida.
Un señor, una fila delante de mí, cuando llevábamos cinco minutos de peli, abrió su tablet y se puso a jugar al Sim City.
No es broma. Me desconcertó. Me cambié de sitio. Me distraía demasiado.
Cualquier producción que tenga como centro al gran Tom Hanks es un acierto.
Este axioma se vuelve a cumplir aquí.
Alan Clay (Tom Hanks) se marcha a Arabia Saudí por cuestión de business, intenta vender un sistema holográfico de comunicaciones, estilo Star Wars.
Deja atrás un divorcio y una hija a la que no puede pagar la Universidad.
Del éxito de la operación depende su futuro, su vida.
Mortificado por el remordimiento de haber deslocalizado a China una empresa y haber dejado en el paro a un buen número de trabajadores.
Le recibe un desierto inmenso y desolado y unos contactos de negocios que no ocurren.
Se enfrenta a la burocracia y a unas costumbres diferentes.
A pesar de todo sigue siendo un hombre optimista.
Arabia es presentada como una especie de simulacro de ilusiones.
Se nos da a conocer una ciudad que no existe (solo en la mente del Rey) que va a ser construida por filipinos que carecen de cualquier derecho laboral.
El lujo y el desprecio al sentido común son presentados en una urbe que para 2025 tendrá millón y medio de habitantes (¿¿¿???).
La peli, aunque planteada con un tono ligero, con momentos de comedia, no deja de ser el drama de un personaje en crisis, a veces intensa.
Al final se convierte en una comedia romántica.
Dos divorciados se lían, pero sus culturas son muy diferentes. Menos mal que la atractiva madurita saudí tiene un espíritu muy occidental. En su país se diría que es un poco suelta.
Es interpretada por la británica Sarita Choudhury.
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La peli funciona y Alan Clay termina cayendo bien al espectador, lo que justifica que el final edulcorado nos parezca adecuado.
Se ve con agrado y condescendencia.
Destaco la presencia de Sidse Babett Knudsen, que estoy viendo en la serie danesa Borgen.
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La peli ha sido rodada en Marruecos porque la autoridades saudíes no dieron los permisos.
Las mayores bazas son el estupendo Tom Hanks por un lado y por otro la visita panorámica al país de petróleo y del derroche con dudoso gusto.
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Por cierto el contrato se lo roban los chinos que lo hacen más barato.
Me encuentro en la sala con mi amigo Santiago, un gran cinéfilo.
Provisto de un inmenso recipiente de palomitas, para hacer más llevadera la tarde.
Santiago posee un blog de cine estupendo. Se califica como coprocinéfago.
Creo que esa definición se podría aplicar también a mí.
En Independence Day: Contraataque todo suena a ya visto, a copiado.
Se nos presenta un mundo distópico o más bien eutópico.
Hace veinte años, parece mentira, los alienígenas fueron derrotados y desde entonces el mundo ha vivido en paz preparándose para el contraataque.
Eso si que es ciencia ficción. ¡Un mundo en paz interna!
Los extraterrestres tienen parecido con los aliens del Octavo Pasajero y los zerg de StarCraft.
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La imagen de la nave enemiga tiene semejanza con los destructores imperiales de Star Wars.
La arenga del expresidente Bill Pullman ya la vimos hace veinte años.
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Las batallitas de naves tienen tanta similitud con las de la Saga Galáctica que me parecía estar en La Nueva Esperanza.
El rollito de los planos de la nave y la misión suicida también me recordaba a lo mismo.
El que matar a la Reina desactivaba al enjambre es muy Zerg.
Para atraer a un público juvenil se introduce un triángulo amoroso, con especímenes guapos y bien constituidos.
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Para conservar al público viejuno de hace cuatro lustros se conservan muchos de los personajes, alguno muy estropeado.
Todo es previsible y ya visto.
Pero como mi nivel de exigencia era tan bajo reconozco que me divertí, que me emocioné con el patrioterismo barato, y que me lo pasé bien.
Me encantó que pararan todo para salvar al perrito. Una prueba que Roland Emmerich no se toma en serio sus películas.
Es una peli de verano que da lo que promete.
Mi error no haber comprado un pozal de palomitas.
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Por cierto este director tiene un problema con la autoridad. No solo se carga a la Presidenta de los USA (Hillary Clinton?) sino también a las 18 personas en la línea sucesoria.
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Me olvidaba de mencionar el aire absurdo que alcanza su cénit mezclando psiquiatra de fenómenos paranormales, señor de la guerra africano, científico visionario, burócrata gafapasta con alma de marine, huerfanitos, marineros alcholizados…
¡Qué pinta la francesa Charlotte Gainsbourg en esta peli!
Esta semana en Alcarria TV hemos comentado con Pablo Franco, mientras Milos nos grababa, las siguientes películas, haciendo un repaso a la Cartelera de los Multicines Guadalajara:
Piper, no solo es una historia divertida, sino que con un realismo maravilloso nos enseña a como superar los inconvenientes de la vida y que siempre se puede aprender de los demás por muy diferentes que sean o que piensen.
Estoy seguro que muchos creíamos, con cierta maldad, que Pixar engullida por Disney ya no sería lo mismo.
La historia de esta pececilla amnésica es un dramón asfixiante.
Es agotador insistir una y otra vez en su pérdida de memoria y basar todo el argumento en su optimismo y su intuición, cuando ella vive la tragedia de haber perdido a sus padres y no tener ni más mínima posibilidad de encontrarlos.
Disney siempre ha retratado a huérfanos y aquí persiste en su obsesión.
El público infantil es muy benévolo.
Estoy seguro que los niños que estaban sentados detrás de nosotros, que no pararon de protestar, moverse, tirar palomitas y salpicar refrescos, salieron contentos del cine.
Ante la tópica pregunta de sus padres:
– ¿Te ha gustado?.
Respondierom:
– Mucho.
Pero no es verdad, esta peli es aburrida y no entretiene a los hijos que no comprenden la inmensa tragedia de Dory.
Pero tampoco a los padres que no encuentran ningún atractivo en una idea reiterativa que compone el centro del argumento.
Pixar ha pinchado gravemente con esta producción sin ideas y tediosa.
Cuando llevábamos media hora de peli estábamos deseando que apareciera un tiburón y piadosamente acabara con el sufrimiento de la pececilla azul.
Cuando salí solo deseaba cenar un plato de pescaíto frito.
Alex Proyas es un director y escritor australiano, nacido en Egipto, de padres griegos, que a en su infancia se trasladó al país de los canguros.
En la década de los noventa dirigió dos pelis interesantes, El Cuervo yDark City.
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Ahora se mete a dirigir esta peli inexplicable.
La idea de contar los dioses de Egipto es buena y podría ser divertida.
Pero la peli no habla de Ra, Amón, Anubis, Apis, Orus, Nut, Satis, ni Tueris se inventa unos personajes y desarrolla una historia que no tiene nada que ver con el Antiguo Egipto.
Es una peli de superhéroes ambientada en el país del Nilo.
El guión es una sucesión de despropósitos para intentar meter con calzador efectos especiales que, a veces, resultan un poco pobres.
Lo peor son los diálogos, de opereta cómica la mayoría.
Pero no todo es malo en este despropósito.
Primero ver al guapetón Nikolaj Coster-Waldau, Jaime Lannister en la serie Juego de tronos de HBO, con brazo y todo.
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Segundo las dos actrices protagonistas que me cayeron fenomenal.
Courtney Eaton como Zaya:
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Y Elodie Yung en el papel de Hathor:
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Aunque para este personaje de diosa hubiera estado ideal una de las deidades actuales, mi admirada Jennifer Lopez:
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Pero lo mejor de la peli es el aire kitsch.
Esta produccióin tiene ese look de chica poligonera, que se arregla un sábado por la noche, se recarga de bisutería de mercadillo y se cree la más estupenda del barrio.
Y eso, a mí me fascina.
Por ello esta película me ha atraído.
Pero me reafirmo: hubiera ganado mucho con la Jenni de prota.
Propongo una secuela que se podría titular: “Capitán América y Iron Man versus Dioses de Egipto”
Acudo a una proyección especial en sesión única en los Multicines Guadalajara.
Cuento menos de diez personas.
Se trata de un encargo al prestigioso documentalista José Luis López Linares por parte de la exposición sobre El Bosco en El Prado de Madrid.
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Da la visión del famoso cuadro, El jardín de las delicias, desde el punto de vista de escritores, historiadores, expertos en arte y artistas de más o menos prestigio.
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La más joven es, posiblemente la cantante y actriz Sílvia Pérez Cruz.
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Los demás son más bien viejunos, con un cierto aire de eruditos.
El documental está bien rodado con muchos detalles del cuadro y con la voz de los expertos.
Resulta muy académico.
Me declaro devoto de este cuadro. De hecho hace más de treinta años que tengo colgada en mi casa una copia.
He leído alguna cosilla sobre él y sobre su autor.
Me asombra que al hablar de la historia de ambos no se mencione la relación con la secta de los adamitas.
Según muchos historiadores fue un encargo de esta secta prohibida por la Iglesia y también se especula con que su autor era miembro de ella.
El estilo culto y excesivamente correcto con el que se ha realizado este documental lo hace aburrido, sin espíritu.
Un cuadro, que levanta pasiones por su atrevimiento, su originalidad, su belleza, debería de mover algo más que comentarios elogiosos, pero nada originales, de estos próceres del saber.
Echo de menos comentarios del público y de gente joven con visiones diferentes, más frescas, menos encorsetadas.
Un documental que tiene como centro un cuadro tan maravilloso debería de ser apasionante y divertido.
Comienzo contando la primera escena de la película para que os podáis hacer una idea.
Una pareja en la cama haciendo el amor.
Kelly (Mary Rose Byrne) sobre él.
Mientras se mueve, Mac (Seth Rogen) no deja de gemir.
– ¡Vas a despertar a la niña!
Kelly comienza a tener náuseas y termina vomitando sobre la cara de Mac.
– Estoy embarazada.
Mac:
– Me he corrido.
Mientras el vómito resbala por su rostro.
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De esta forma comienza esta peli.
¿Mal gusto?
¿Sentido del humor “particular”?
La peli sigue el camino trillado de su antecesora Malditos vecinos.
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Con un humor zafio que funciona muy ocasionalmente, especialmente cuando juega con el slapstick.
Reconozco que me partí de risa con la escena de los airbags.
Pretende introducir en la trama mensajes de buen rollito como el valor de la amistad, o la rebeldía ante el machismo, o la dificultad de ser padres.
Pero todo es tan grosero, inculto, patán, ordinario, maleducado, cateto, chabacano, rudo, tosco, vulgar, tan poco atractivo que la peli resulta irritante e insoportable.
Acudo a la proyección con mi maestro David Recio.
La sala se rellena con jovencitos consumidores de palomitas y refrescos ricos en cafeína.
Me siento el más viejo de la sala, pero me acompaña una extraña sensación de ser de los más listos.
Ni siquiera salvo a la maravillosa actriz australiana Mary Rose Byrne.